domingo, 10 de diciembre de 2023

Cuestión de paciencia

Y se dejó llevar.

Vagando por una ciudad que no era la suya apenas acertaba a caminar unos débiles pasos seguidos sin que algunos pensamientos le perturbaran. Le costaba dejarse llevar por el nuevo entorno aun tratando de dejar sellada la puerta de su mente al pasado. Ideas, recuerdos, reflexiones e imágenes le asaltaban, trepaban por una maraña de hiedra y siempre llegaban a lo alto del muro. Y con esa dificultad para romper con su propia alma, esa que le atormentaba sin quererlo, caminó y caminó durante horas por el centro de esa desconocida localidad para él. Paso errante y meditabundo al mismo tiempo.

Los copos de nieve le caían amistosamente en la cabeza. Hacía frío. Por suerte, iba bien protegido con unos caros guantes de piel y un buen abrigo que le había regalado ella en su quinto aniversario. 

Ella.

Quien se fue sin aviso. 

Sin permiso. 

Porque el devenir de la vida lo quiso y así tenía que ser.

Decidió calentarse un poco tomando un café con leche en una cafetería que le había llamado la atención. Una de esas que parece anclada en los años 30. Nada más entrar y abrir la puerta del local el calor le invadió la cara, la única zona de su cuerpo descubierta al exterior. Se dirigió a una pequeña mesa que estaba libre situada en la esquina de la sala.

Muchas veces en la vida hay conexiones. Y fue lo que sintió en ese momento. Porque su mente estaba en el pasado y porque ese local era el pasado. El suelo era de baldosa estilo tablero de ajedrez. La barra era de un color marfil fino, de mármol, pesada. Lámparas de techo clásicas. Un camarero con camisa blanca y pajarita. Aroma de café recién molido. Sensación de un pasado que inunda un presente y se resiste a formar parte del ayer. Como sus pensamientos.

Y en ese pasado denso, inquieto y bien filtrado estuvo aproximadamente 45 minutos. La mirada perdida y un ligero olor a incienso recién prendido no le dejaron darse cuenta de algo durante unos minutos. Pero al levantar la vista la vio. 

Tenía el cabello castaño, largo y encoletado, como de haber dedicado poco tiempo a prepararse.

Unos ojos a juego con su pelo que brillaban desde la otra punta del local. 

Una cara amigable, no especialmente guapa pero con unas facciones sencillas y bien definidas.

La mirada decidida aunque absorta.

Un atuendo simple pero elegante, con estilo de un invierno que llega tímido pero con ganas.

Una pose que destilaba estilo e introspección.

Y un café con leche en su mesa también.

Cuando ella levantó la mirada y acertó a ver los ojos de él fijados detenidamente sobre los suyos puso cierta cara de estupor, pero un estupor leve, tímido y con pocas ganar de exaltarse. Más diría de sorpresa. Sus ojos volvieron al café.

Y así pasaron cerca de 30 minutos. Un juego de miradas que no tenía fin. Porque cuando unos ojos buscaban los otros, estos se desviaban y volvían para captar los primeros y entonces estos mantenían la mirada un par de segundos para perderse de nuevo en el vacío. 

Ninguno tomaba la iniciativa, se divertían jugando a buscarse y encontrarse con la mirada como dos quinceañeros.

En la vida hay momentos mágicos que se rompen de manera imprevista, normalmente suele ser así. Y es que en uno de esos instantes de te miro y me miras, él cogió su teléfono en uno de mis bolsillos para mirar la hora, lo guardó de nuevo y levantó la vista de nuevo. Pero ella ya no estaba.

Él pasó esa tarde dando vueltas y vueltas por la ciudad hasta que se hizo de noche. Vagando como algún personaje enamorado de "Leyendas" de Bécquer o el mismísimo Augusto Pérez, el protagonista de "Niebla" de Unamuno. Caminaba enredado como una serpiente pero lento como una lombriz. Frustrado como una tortuga e impaciente como un gato.

Se instaló en un pequeño piso a las afueras y se quedó a vivir en esa ciudad.

Cada martes a la misma hora solían verse en la misma cafetería durante aproximadamente una hora. Cada uno en la misma mesa de siempre o alguna cercana. Nunca hablaban. Se miraban de igual manera que el primer día. Pero sin acercarse ni hablar. En ocasiones era él el que se levantaba y se marchaba y en ocasiones era ella. La segunda vez fue él, por aquello del orgullo, esa cosita infantil que todos tenemos dentro en mayor o menor medida y que tantos problemas de comunicación y afecto genera.

Fueron cinco martes. El sexto fue diferente.

Mismo sitio. Misma hora. Pero ella no aparecía. Él se comenzó a impacientar. Esto no era normal, ella era muy puntual siempre. Fueron dos horas de espera.

Y la impaciencia se tornó en resignación.

No tenía sentido seguir esperando. Me recogió de la silla, me puso sobre él y salió de la cafetería. Hacía frío y no se puede ir por ahí sin abrigo así como así. Ya solo faltaba que cogiera un resfriado...

Caminó en dirección a su casa enfadado consigo mismo y haciéndose preguntas. ¿Cómo era posible que se hubiera encaprichado así como un niño? ¿Por qué nunca tuvo la iniciativa de hablar con ella? Fueron cinco oportunidades diferentes las que tuvo. Pero nunca tuvo valor. Supongo que lo que sentía en la distancia era tan fuerte y especial que estaba temeroso de recibir una respuesta negativa.

Apenas dobló la esquina para entrar en el portal de su casa, la vio. Allí estaba ella. ¿Esperándole? ¿O era casualidad? Le miraba fijamente. Él, cuyo paso había parado de golpe al verla en la puerta de su casa, comenzó a andar de nuevo hacia ella. Un paso, dos, tres, cuatro. Y así hasta diecisiete.

- Bueno, creo que ya era hora, ¿no? - dijo ella sonriendo.

Él no acertó a responder. 

Simplemente disfrutó el momento

Se acercó más a ella.

Se besaron.

Se abrazaron.

Disfrutaron el momento.

miércoles, 23 de agosto de 2023

Soy lo que mueve el mundo

Vivimos en un planeta donde reina la ambición, el egoísmo y el poder

Según la RAE:

Ambición: "Deseo ardiente de conseguir algo, especialmente poder, riquezas, dignidades o fama."

Egoísmo: "Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás."

Poder: "Tener más fuerza que alguien, vencerlo luchando cuerpo a cuerpo."

Yo soy lo que mueve el mundo, el maldito dinero (luego les concretaré un poco mi existencia). Y tengo la poca vergüenza de tildarme con tal adjetivo sin rubor, no me importa. Cuando la realidad es la que es, soportada con tantos hechos a lo largo de tantos miles de años, poco debo sonrojarme al respecto.

Sí, el mundo se mueve por ambición, egoísmo y poder. Tres términos que se revuelcan juntos en una masa de barro sucia, cruel y despreocupada.

La religión siempre ha tenido como excusa ciertos principios morales basados en sus propias doctrinas para hacer la guerra. ¿La realidad? El dinero. Siempre fue relativamente fácil engañar a los fieles haciéndoles creer que es Dios quien ordena y que, nosotros los mortales, debemos seguir su mandato. Sí, claro, para que unos pocos se llenen los bolsillos.

La política, tres cuartos de lo mismo. Dame poder, y a más poder, dame más dinero. Nada más importa. No se crean nada de esta gente. Yo no les doy credibilidad. Siempre ha sido así a lo largo de toda la historia. De hecho, las actuales grescas entre políticos son el fruto por ejemplo del Senado de la República romana. Nada ha cambiado, la oratoria, la persuasión y la negociación reinan en esté área.

Innumerables guerras entre imperios o países a lo largo de toda la humanidad. Nunca se tiene suficiente, siempre se quiere más. ¿Cómo es posible que un gran imperio con una gran extensión de tierra, tierras y popularidad quiera seguir expandiéndose más y más? Romanos, mongoles, persas, británicos, españoles y nazis, por ejemplo, nos han demostrado que el afán humano por crecer espacialmente y acumular poder no tiene límites.

Supongo que esto de la expansion territorial es algo innato en el ser humano desde el origen de la humanidad. Me gustaría ligarlo al descubrimiento, a la curiosidad, al conocimiento; pero mucho me temo que siempre va relacionado a buscar nuevas maneras de hacerse rico (en forma de recursos minerales, por ejemplo). Ahora la conquista es Marte, porque supongo que nuestro planeta ya se nos ha quedado pequeñito.

Eso sí, por aquí seguimos tratando de amasar dinero de manera ilegal en muchas ocasiones. ¿Sabéis cuales son las tres actividades del crimen organizado que recaudan más dinero en el mundo en este momento? 

En primer lugar, el tráfico de drogas. Fundamentalmente se produce en los países pobres y se exporta a EE.UU y Europa, es decir, a los ricos. Curioso. Desde la explosión del narcotráfico en Occidente con los cambios culturales de los años 60, ninguna estrategia política ha dado resultados reales para combatirlo. O quizás no ha interesado en muchas ocasiones, pero bueno, ese es otro melón que podemos abrir en otro momento.

En segundo lugar, la falsificación de productos. La Organización Mundial de Aduanas calcula que estos productos conforman entre el 5% y el 7% del comercio global. Productos textiles, perfumes, juguetes, medicamentos...

En tercer lugar, la trata de personas. La esclavitud del siglo XXI. Definida por la RAE como la "captación, transporte, traslado, acogida o recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. La explotación puede consistir, como mínimo, en la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos."

Todo lo anterior visto a gran escala. Pero podríamos hablar largo rato de lo despreciables que sóis a pequeña escala cada uno de vosotros a causa del parné. Y de cómo el consumismo os tiene totalmente obnibulados, o mejor dicho, gilipollas perdidos.

Éste que les habla, un billete de 5€, tiene envidia, mucha envidia. Me gustaría ser uno de esos petulantes billetes de 100€ pero debo conformarme con cómo vine al mundo. Y es que rodeando al dinero hay mucha envidia, pero también mucho egoísmo, codicia, avaricia y ambición. Yo mismamente soy un ejemplo claro. Apesto.

viernes, 21 de julio de 2023

Juntos en el más allá

Egoitz era un chaval de 27 años dedicado a su gente; primero ellos siempre, luego él. Vasco natural de Durango afincado en Asturias. Un chico normal. Aficionado al ajedrez, seguidor de Reincidentes, amante de la cerveza, practicante de senderismo a medio nivel, amante de la ilustración y diseñador gráfico de profesión. Un poco susceptible y gilipollas a veces cuando estaba algo borracho y bastante brusco al hablar; pero bueno, que nadie es perfecto, ¿no?

Una tarde de sábado a las 17.33 horas un Citroën Xsara Picasso de la Policía Nacional a 100 km/h se lo llevó por delante en el cruce de la calle Leopoldo Calvo Sotelo con la calle de Llamaquique de la ciudad de Oviedo. Salío volando 12 metros y su cabeza impactó contra una marquesina de autobús. Muerto en el acto.

De esto hace hoy exactamente 5 años. Son las 17.00 horas de un domingo cualquiera de agosto de 2023. Amaia está sentada en su sillón de mimbre de la salita de estar totalmente en silencio. Es un nuevo aniversario de la muerte de su hijo. Hoy se levantó a las 8.00 horas, lloró mucho en el cementerio a las 9.30 horas y se metió en la cama desde las 11.00 horas hasta las 15.00 horas. Vacía. Sola. Aletargada. Con el corazón ido y perdido en otra dimensión.

Apenas dos semanas después del accidente en el que se nos fue Egoitz llegaron las discusiones con su marido. El dolor se tornó en desastre y odio. La convivencia se volvió en algo inaguantable. El amor se apagó en un estanque seco. Las culpas eran cuchillos medio afilados al inicio de las discusiones y puñales sedientos de sangre pasados los minutos. Finalmente, el matrimonio se rompió y cada uno hicieron sus vidas por separado.

A estas alturas del relato debo decirles que soy el paragüas que Amaia regaló a Egoitz por su 14 cumpleaños y que éste nunca llegó a usar porque no le gustaba usar este tipo de artilugios. Estoy aquí en una esquina de la sala desde entonces. Y desde aquí veo, siento, lloro y acompaño a la tristeza que embarga a esta casa día tras día.

Porque la vida pega muchas vueltas. Y es que la felicidad puede mutar en crisis y ésta ponerse de color morado enfermo. Y luego morir. Cuando una felicidad muere, cuesta que vuelva a respirar.

He visto llorar a Amaia cada día de estos 5 años. Sí, joder, cada puto día de estos indeseables 5 años. Yo no lo soporto más, perdonad si hablo mal pero esto es duro. Vivo con ella, aunque ella no sabe que estoy aquí observando, sintiendo, añorando de alguna manera a ese chaval también casi tanto como ella. Esto es muy doloroso.

Recuerdo el día del cumple cuando me regaló a su hijo. Egoitz había abierto ya varios regalos contento fuera de sí. Entonces llegué yo. Fui el peor de todos para él. El muy cabrón me tiró a una esquina de la sala. Y desde entonces ahí sigo. Sí, ya sé que suena surrealista, pero es que no me han movido desde entonces. Verídico.

Volvamos al momento. Hoy es el aniversario de la muerte de Egoitz. Amaia acaba de levantarse de su sillón y se ha dirigido a la habitación del chico. Ha cerrado la puerta. Pasan unos cinco minutos y se oye lo que yo me temía. Suena "Un día más" de Reincidentes. Lo canta Fernando Madina Pepper.

Sed, llega el anochecerDinero o placerTodo a distorsionar.Más, reírme sin pararLlegar donde tú estásNo hay mucho por hacer.

Amaia sale de la habitación del chico y acaba de sentarse en su sillón de mimbre de nuevo. Amaia se fuma un cigarro. Amaia saca algo del bolsillo de su bata, lo tenía ahí desde la mañana. Se trata de un bote de pastillas. Lo vierte en su boca. Amaia cierra los ojos, trata de recordar momentos felices del pasado sin saber cuánto tiempo debe estar así hasta irse. 

Yo seguiré aquí, hasta que alguien venga a encontrase conmigo, recoja este paragüas y me tire a la basura. Y entonces yo muera también de alguna manera. Siempre pensé en el valor de todo lo que he vivido. Como dijo André Malraux: "La muerte sólo tiene importancia en la medida que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida."

Creo que pronto, muy pronto, Egoitz, Amaia y yo estaremos juntos en el más allá.



viernes, 16 de junio de 2023

Cuando la mala suerte persigue a la buena

Una botella de vino rota en el suelo a escasos dos metros fue lo primero que vieron sus ojos cuando estos despertaron. Se encontraba boca abajo sobre la alfombra del salón. Un rayo de sol le daba directamente en la cara, lo que no impidió que pudiera ver que toda la zona en la que se encontraba estaba manchada de sangre. Le habían golpeado fuertemente en la cabeza y estaba atarantado. 

Trató de levantarse y sintió una punzada de dolor tremenda en la pierna. Se cayó al suelo. Pudo ponerse en pie de nuevo con dificultad, apoyarse en un costado del sofá y, dejándose caer, sentarse de mala manera en el mismo. La cabeza le daba vueltas sin parar y se le fue sola hacia atrás contra el respaldo. Seguía medio desmayado aún. De repente, sus ojos la vieron. Era Clara. Estaba postrada en el suelo a escasos metros de la puerta de la entrada. Sus ojos le miraban, o eso parecía. Él sentía cómo su mirada le traspasaba, le miraba llegando hasta la pared de atrás de sí tras cruzar sus ojos y atravesar su nuca; pero era una mirada vacía. Y es que su gran amor llevaba sin vida varias horas ya.

Maldita maleta de droga.

Una lágrima decidió que el suicidio terminaría consigo misma en ese momento y se desplazó por el conducto lagrimal hasta su mejilla, de ahí cayó hasta su mandíbula, para terminar muriendo en su camisa. Todo esto lentamente. Muy lentamente. Él sintió en ese mismo momento también que su vida  terminaba ahí mismo. 

De repente apareció una sombra al final del pasillo, apenas visible. Se estremeció, apenas podía moverse del sofá, estaba casi desmayado. Pensó que no tendría que poner fin a su vida porque en escasos minutos quienquiera que fuese el que había visitado su casa la noche anterior terminaría con él en ese momento. Maldita maleta de droga.

-¿Papá? - escuchó. Era un tono asustado, aterrado, en un fino hilo de voz...

- Cari... Y paró en seco la palabra. Regurgitó y expulsó bastante sangre por la boca. Tosió y echo más líquido pintado con hemoglobina. Era posible que en la paliza le hubieran dañado los pulmones, o quizás el estomágo...

Pasaron unos segundos y pudo articular palabra. Pero antes pensó: maldita maleta de droga.

- Eres muy valiente campeón. Sergio, tienes que ayudar a papá, ¿vale? Busca mi teléfono...

- Papá, ¿por qué mamá tiene así el cuello de sangre y no se mueve? Tengo mucho miedo. ¿Qué pasa? ¿Ha venido un monstruo a asustarnos?

- Sergio, vida, tienes que encontrar mi teléfono cariño. ¿Ayudas a papá a encontrarlo?

Ya nada le importaba. Y da igual que siga contando cómo acabó esta historia. ¿Y sabéis por qué? Porque todo daba igual ya, si a él ya nada le importó en su vida desde ese día, ¿por qué debe importarnos a nosotros? Carla se había ido de su lado para siempre por su culpa. El auténtico amor de su vida. Su segunda pareja importante (llegarían otras dos) y la que recordaría como la más pura, verdadera y auténtica en el lecho de muerte al final de su vida.

Maldita maleta de droga.

Voy a contaros por qué pasó lo que pasó, el camino de ida de un infortunio que se sintió aterrado, el comienzo de una historia con final agrio pero realista al tiempo.

Él había cumplido 32 años y terminaba de salir de una relación de esas que podríamos denominar como turbulentas. Insanas, absurdas e imposibles. Y curiosamente, fácilmente olvidables. Digamos que el día que la conoció ella ya era cenizas. A la semana conocio a Carla. Fue en una gasolinera. Ambos echando gasolina al mismo tiempo. El miraba su culo sin que ella se diera cuenta. Y su Seat hacía lo mismo con el de ella justo delante. De repente la chica se dio la vuelta y le miró. Le pilló mirando su trasero, claro.

- Me has cazado, ¿no? - dijo poniéndose algo rojo.

- Lo he notado desde hace rato chaval, no te rayes - contestó sonriendo.

Ella terminó antes, fue adentro del local a pagar, volvió y le dejó un papel en el asiento del conductor. Volvió a su coche, arrancó y se fue.

Él no pudo esperar y salió corriendo hacía su coche en ese momento. La chica le había encantado y se quedó flipado con lo que había hecho. Cogió el papel y leyó:

--- Si tantos cojones tienes para mirarme así, a ver si los tienes para contactarme mañana, que nos veamos y mirarme igual, pero a la cara. Bombón. Mi telegram es @jess85_pow ---

Y ahí comenzó todo. Maldita maleta de droga.

La relación fluyó como fluyen los peces en el mar. Y da igual el mar y da igual el tipo de pez. Fluyen. Siempre.

Sin embargo él se metió en un tema algo complicado para sacar un dinero rápido y fácil. Llevaba tiempo "joseando" calles con poco tema y se dijo, hagámoslo a lo grande. Y la buena reputación le llevó a casa de un búlgaro llamado Emil Antov. Y una conversación parecida a la de Tony Montana y Alejandro Sosa le llevó a una maleta de 15 kg de coca. Ya medio cortada, pero eso no lo vamos a explicar aquí, es irrelevante. El caso es que se llevó la maleta de malas maneras. Sin pagar. Esto tampoco lo vamos a explicar aquí, porque tuvo ayuda y fue algo caótico.


El asunto es que se las ingenió para huir y ahí se cocieron demasiados enemigos. Primero Antov, que se la tendría jurada y no iba a permitir que pasaran más de 72 horas sin cobrarse lo suyo; segundo sus dos colegas, dos yonkis a los que dejó tirados en cuanto pudo; y tercero un colombiano llamado Gabriel, el propietario real de la maleta.

Sí, la maldita maleta de droga. Y yo soy esa puta maleta que os habla desde hace rato. He vivido esta historia desde cerca desde el principio. El chico la verdad es que se lo hizo después bien y se escapó de la ciudad con Carla y su niño a 700 kilómetros de distancia sin dejar rastro.

Pero la mala suerte persigue a la buena.

Maldita maleta de droga.



domingo, 19 de febrero de 2023

Estamos a punto de quemarnos

Corre el año 1432 y nos encontramos en un pequeña aldea situada en Europa Central. En este momento nos rodean 257 personas ávidas de ver morir a esta chica a causa de la que quizás sea la peor de todas las muertes: la quema en la hoguera. 

Ha atardecido hace poco tiempo y llevamos ya cerca de 2 horas atadas a un poste de madera en la plaza central de esta villa. En todo este tiempo nos han estado tirando fruta podrida, heces y orines. Los insultos, a la que consideran una bruja, han sido constantes. Un niño meó en los pies de las chica hace un rato. Después, unas cinco personas han depositado varios leños y ramas secas a los pies de la joven alrededor del poste donde estamos atadas. Y dos de estas personas se han encargado también de impregnar de brea toda la zona.

Nada va a librar a esta moza de morir en el día de hoy. Yo, una cuerda que sujeta sus manos a un gran tronco de madera, estoy lista para arder también. Como lo hizo Juana de Arco tan solo un año antes.

¿Por qué todo esto? 

Incesto con su propio hermano. Falso: tan solo mantenían una relación muy cercana. Adoradora del Diablo.

Brebajes demoniacos encontrados en su casa. Falso: tan solo un tímido y aficionado acercamiento a la herbología para encontrar alguna fórmula que alejase la enfermedad de su madre de la muerte. Adoradora del Diablo.

Un símbolo del Demonio marcado en la puerta de casa. Falso: su niño de 4 años marcó inocentemente la entrada de la morada jugando con una piedra. Adoradora del Diablo.

Quizás tan solo una de estas tres cosas hubieran sido suficientes para enviarla a la hoguera. Sin embargo, los astros se alinearon para confirmar una triada difícil de descomponer. Demasiado complicado para explicar. No tuvo tiempo. No tuvo oportunidad. No tuvo perdón.

Ellos piensan que... No es una hechicera, es una bruja, el mal habita en ella y es necesario quemarla en la hoguera para purificar aquellas humildes tierras. Hay que expulsar a Satanás de la aldea.

La joven en la tarde de ayer fue desnudada y afeitada al completo (los lugareños comentaban que Lucifer se escondía entre sus cabellos), fue pinchada con agujas largas por todo su cuerpo (incluida su vagina) en busca de una marca del Diablo, fue violada para "investigar" su virginidad y fue apaleada hasta quebrársele algunos huesos.

Pero volvamos al momento presente. La manceba espera ahora su muerte. Dos mujeres de edad avanzada acaban de prender de fuego a unas antorchas y se dirigen a quemar los troncos impregnados de brea a los pies de la chica. Lo hacen a los ojos de todos los lugareños. Y se alejan.

La chica comienza a sentir cómo sube el asfixiante calor de abajo a arriba lentamente. Cada vez se hace más insoportable. En ese momento piensa en su hijo. Y piensa que esto le podría haber pasado a cualquier otra, pero que le tocó a ella. Quizás tuvo poco cuidado. Desea ante todo que esto pase rápido. Su piel se empieza a deshacer con el fuego. Grita. Quiere que todo pase rápidamente. Tras un rato de agonía, no es el ardor, no, es el monóxido de carbono el que la ahoga y la envía a descansar a otro mundo. Para siempre.

Siglos después de este triste acontecimiento, los historiadores contarán que en la Europa medieval un total de 40.000 personas fueron condenadas a muerte por brujería. El 80% fueron mujeres. La mayoría de los juicios previos tuvieron lugar en Alemania Occidental, Francia, Suiza y Escocia. Una de tantas locuras promovidas por las religiones. Una de tantísimas.

sábado, 11 de febrero de 2023

Instantes de soledad eterna

"La soledad es muy hermosa... cuando se tiene alguien a quien decírselo". Lo dijo el maestro Gustavo Adolfo Bécquer. Pienso la frase, la reflexiono hondamente, le doy mi propio significado y la interpreto muy suavemente, no vaya a ser que la dañe por equivocarme yo...

Esta mujer tiene 87 años, un esposo fallecido hace 3, una hermana que la dejó hace 17, un hijo que vive en Chile y no la habla desde hace 23, vecinos varios de esos de "hola y adiós", una casa de 57 metros cuadrados, una vida de sufrimiento alegre con tormento muy edulcorado, un presente de soledad y un futuro incierto. Ah, y una cafetera que la acompaña fielmente (aunque ella no lo sabe) y que le da por relataros este tipo de cosas un día tal como hoy.

La vida de Adelaida es sencilla. Vive sola en el barrio de Zabalgana de la ciudad de Vitoria. Cada mañana a eso de las 5 o 6 de la mañana se despierta. Comienza a rezar por aquellos que se fueron y ocuparon su vida. Se fueron, pero ella los reza igualmente. Luego con las primeras noticias de la mañana enciende el transistor de radio que tiene bajo la almohada y se entretiene un poco. A eso de las 8 se levanta, orina y se viste. Comienza la jornada.

Se desplaza a la cocina y allí nos vemos. No tomá café ya, sí descafeinado. Alguna vez se pela una manzana o una pera, depende del día. Adelaida se sienta después en su sillón, ese que aún tiene la forma de Antonio, y el olor, y los recuerdos, no se han ido... A media mañana baja a comprar el pan, algo de leche y lo que necesite ese día, y vuelve a casa. De camino, suele haber algún mozo que la ayuda si ve que va demasiado cargada. Entra en casa y se prepara un arroz, una tortilla francesa de dos huevos, unas verduritas, lo que sea. 

Luego se queda dormida en el sofá viendo las noticias, las de la 1, porque son "las de siempre" y ella es una mujer de costumbres tradicionales. Antes de pegar la cabezada añora tiempos pasados, piensa en Antonio, divaga por un camino de recuerdos plagado de rosas muy espinosas pero también de amapolas coloridas. Porque de todo hubo en su vida.

La tarde. A veces en la mesa del comedor juega a las cartas sola, una brisca o un chinchón como hacía antaño con su gran amor. En otras ocasiones, saca un parchís y juega una partida consigo misma. Y antes de cenar siempre pone ese concurso de la tele que tanto la entretiene. Digamos que las tardes de esta mujer se construyen a base de momentos lúdicos. No lee, no ve cine (si acaso alguna película de la tele los fines de semana).

A eso de las 9 de la noche se calienta un vaso de leche y moja unas 4 o 5 galletas en el mismo. Luego se va a la cama, no sin antes ponerse su camisón de flores o el de rayas, depende de lo que ordene la lavadora ese día. A Antonio le encantaba el de flores. A veces duerme rápido, otras veces no, solloza y deja caer alguna lágrima, y es que siempre fue una mujer sensible.

Esta es la vida de Adelaida. Así todos los días. Uno tras otro. 

Nadie es consciente de una soledad que la marchita pero que ella sabe aceptar valientemente.

Ahora mismo acaba de sonar el teléfono. Son las 21.35 horas ¿Quién será a estas horas de la noche? La anciana se levanta nerviosa de la cama camino al teléfono fijo que tiene en el salón, un objeto que no hace acto de presencia desde hace por lo menos 3 años. Adelaida llega casi jadeando a la sala y descuelga el auricular. ¿Quién es? - dice.

- Mamá, soy yo, Rafa, tu hijo.

Continuará...

viernes, 10 de febrero de 2023

Nervios de color Pantone 448 C

El chico lleva 5 días en la oficina. Contratado como gestor de clientes VIP en una empresa de comercio electrónico. Ilusionado con su primer trabajo.

Su primer día no fue mal del todo. Nada más llegar le invitaron a entrar en una sala de reuniones y, al poco, llegó un técnico del departamento de Personas. Este le dió la bienvenida, proyectó un powerpoint corporativo infumable y después nos extendió a nosotros sobre la mesa delante suyo. Le explicó las condiciones que tenemos escritas: salario fijo y variable, pluses por convenio, pagas extras fraccionadas, horario, política de privacidad de datos... Por último, le indicó que, tan pronto nos tuviera a todos leídos, podía firmar y entregarnos de vuelta quedándose una copia para él. Y así es como medio cuerpo mío se rompió aquel día, aunque al decir verdad tampoco me "dolió" tanto porque llevaba impreso muy poco tiempo.

Nada más llegar a su flamante sitio de trabajo el joven me depositó junto a su ordenador. Y aquí sigo desde entonces. Creo que debería llevarme a casa, estas cosas no son para dejarlas así "a la viva". Lo que hace la juventud...

Por cierto, por aquí cerca hay una papelera que suele tener un humor de perros, aunque a veces tiene sus días positivos. Es el objeto que mejor me cae, el resto tiene bastante poca chispa y me adormece, me parecen un coñazo, pero la papelera es una tía guay.

Bueno, a lo que vamos, les contaré lo que ocurrió hoy de buena mañana. Ricardo llegó y se sentó en su silla como cada mañana. Estuvo planificando una nueva campaña que tenía entre manos: el listado de público objetivo, los términos y condiciones de la promoción, el contenido del email a enviar, la plantilla del informe post campaña (para que no se diga que lo deja para el final)...

Entre medias de tanta tarea recibió un email de un compañero gestor de clientes VIP, el que lleva los segmentos Silver y Gold. Éste decía en su correo electrónico que no lograba encontrar el fichero de clientes del mes que su responsbale les había enviado hacía días y que si por favor Ricardo podía enviárselo. El chico nuevo se puso a ello. Adjuntó el archivo al email que ya tenía escrito de vuelta y sin querer borró la dirección del "para". Luego escribió a mano el principio del nombre del compañero en el mismo sitio, seleccionó el email cuando apareció y le dio a enviar. 

Este chaval estaba bastante adormilado, le ví cómo se levantaba a por un café y volvía en unos minutos con el mismo en las manos. Cuando se sentó miró la pantalla y vio un email en su bandeja de entrada. Mismo "asunto" que la comunicación anterior. Sin embargo, el texto decía: "Me acabas de enviar un listado de 500 clientes con sus datos personales. Gracias.". Nada más. Ricardo miró el "para" del email anterior y se quedó sin respiración. Ahí no ponía la dirección de su compañero de trabajo: david.sanchez@rapidprize.com... No puede ser... Leyó lo siguiente: david.san81@hotmail.com. Este email era el de unos de sus clientes VIP.

Acababa de enviar los datos personales y de facturación de toda su cartera de clientes VIP del mes en un archivo excel a uno de esos clientes. Un error digital (poco digital si seguimos trabajando de esta manera con el correo electrónico, pero bueno). Pero un error a fin de cuentas.

Ricardo se levantó del sitio y salió a la calle. Empezó a fumar, un cigarro, dos cigarros... ¿Qué narices iba a hacer ahora? ¿Llamar al cliente para tantear su rollo y pedirle que borrara el email? ¿Le pediría éste dinero por hacerlo? ¿Debía Ricardo hablar con su jefe primero, reconocer el error y buscar entre los dos la manera de solucionarlo? Joder, joder, joder.

El chico subió a la oficina, cogió su chaqueta y demás pertenencias personales y salió con la misma rapidez con la que había entrado.

La noche fue un tormento. Primero trató de ver un capítulo de "Sucession" y la verdad es que puso bastante poca atención. Decidió dejar el móvil en la mesilla, apagó la luz y se tapó hasta el cuello. Estaba cansado. En un principio no tardó mucho en saludar a Morfeo. Pero sí se despertó a eso de las 4,32 de la mañana. Y empezó a dar vueltas en la cama durate bastante tiempo. Y se levantó a orinar. Y volvió a la cama. Y trató de contar ovejitas (no es tanta tontería esto si uno es constante en ello). A eso de las 7.30, con el cerebro agotado y falto de energía, se durmió. Y a las 8.15 sonó el despertador.

Se presentó en la oficina nervioso, además el día anterior se había ido antes de la hora de salida; sentía la vital necesidad de contar lo ocurrido a su jefe. La recepcionista lo saludó como cada día pero a él le pareció rara la manera de hacerlo. Obviamente esto solo estaba en su cabeza, supongo que esto es lo que se viene llamando paranoia...

Ricardo entró en la oficina y fue directo al despacho de su jefe. Lo que allí aconteció en los 37 minutos siguientes no había podido sorprenderle más. Déjenme que se lo cuente un poco más adelante.

Continuará...


lunes, 6 de febrero de 2023

Por aquello de la buena suerte

Dicen que soy símbolo de la buena suerte; y también de la sabiduría, la fertilidad, la longevidad y no sé qué hostias más... Una figura decorativa con forma de elefante. He de decir que les hablo más como elefante que como estatua, quiero decir, he visto películas, documentales y dibujos animados de estos animales y me siento bastante identificada con ellos. Perdón, identificado.

Esta casa es así:

- Rafael. El padre de familia. 55 años. Trabaja de payaso allá dónde puede o le dejan: en el metro, en pequeñas funciones de teatro o en colegios. Le gustan los documentales de animales (leones y tarántulas fundamentalmente).

- Clarisa. La madre de familia. 52 años. Limpiadora en unas oficinas públicas a tiempo parcial y ama de casa 24/7. Tiene dos TOC: limpieza constante y repetición mental de números. Amante de Modern Family.

- Joselito. El hijo mayor. 28 años. Tiene una tienda online de envíos a domicilio, principalmente desayunos y flores. Hace dos meses viajó solo a Berlin, se emborrachó nada más llegar, robó una moto y acabó 27 horas en un calabozo. Seguidor de documentales de asesinos en serie y del Antiguo Egipto.

- Leticia. La hija pequeña. 24 años. Recién licenciada en Bellas Artes. No trabaja pero quiere ser algún día tenista (nunca lo ha practicado pero le gusta verlo en la tele). Si lo del tenis le sale mal, quiere ser astronauta. Suele ver películas de Ciencia Ficción, como ella solita, vamos...

- Laika. La perrita. 5 años. Traida de una perrera cuando tenía solo 1 año. Su nombre se lo puso Leticia, ya saben, el Sputnik 2, los rusos y la carrera espacial. Es espectadora silente de esta panda de personajes curiosos.

La verdad es que aquí cada uno lleva más o menos su vida de manera independiente. Entran y salen por la puerta a su puto rollo. Eso sí, hablan bastante entre ellos, comunican. Y aunque hay discusiones a veces, se entienden bien. Es curioso ver una familia tan dispar, tan autónoma entre cada elemento de la misma, pero tan bien compenetrada de alguna manera.

¿Y yo? Llegué a esta casa hace 3 años. La verdad es que estaba hasta los putos cojones (no me voy a disculpar por hablar así) de estar en un mercadillo de domingo. Viví y sufrí en el mismo durante 12 años sin que nadie me comprara, a veces a punto, pero la compra no llegaba. Sísifo y la piedra, subir y agonía. Y finalmente, fue Rafael el que me miró, se paró, preguntó, negoció, sacó su cartera, pagó y me recogió en una bolsa de supermercado. Y desde entonces aquí vivo con ellos, en la calle Andrés Mellado número 88, Madrid.

Laika es el vínculo de unión. Todos se dedican a ella, cada uno a su manera. Siempre hay alguien ready para sacarla a dar una vuelta. Cada uno con un motivo. Escuchen...

Rafael. Lo hace cuando viene de una función casi por la noche, un payaso a veces malhumorado y triste, pero contento de dar una vuelta con su niña. Es el pequeño caramelo de final del día cuando uno siente que traer 1.000€ cada mes a su familia es lo más lamentable que un padre de familia puede ofrecer a los suyos.

Clarisa. A veces a primera hora del día, cuando las calles aún no están puestas y el sol pelea con la luna. Piensa en que pudo haber sido maestra, pero el azar, el esfuerzo y las condiciones familiares se juntaron para complicárselo. Abraza al animal cada vez que vuelve a entrar en casa cuando vuelven.

Joselito. Solo los miércoles al mediodía, pero es un día y un momento sagrado. Él disfruta mucho y Laika sabe qué día de la semana es solo por ello. Él siempre quiso tener un perro desde pequeño y Laika hoy día es amor verdadero para él.

Leticia. A ratos sueltos, pero nunca se olvida. Como no trabaja ni estudia ni hace nada de nada más que ver pasar los días, se dedica a la perrita cuando le viene un poco en gana. Le cuenta que su vida no tiene dirección, que ningún chico la ha enamorado aún y que tiene miedo de que el tiempo pase y nunca llegue a ser tenista o astronauta. Y de quedarse sola. Y llora. Y Laika la mira con ojos de ánimo. Y Leticia la cree.

Ya les he dicho que soy una estatuilla con forma de elefante (situada en la entrada de la casa, por cierto). Quizás solo soy un objeto más en esta maraña de sentimientos, deseos y frustraciones. Cada uno con sus miedos, pero todos unidos como una familia fuerte.

Hoy es 06 de febrero de 2023 y todos están juntos cenando. Disfrutando. Hacía por lo menos medio año que esta familia no se reunía junta, pero hoy lo ha hecho. Rafael ha sacado ahora una botella de Moët Chandon comprada para la ocasión. Acabarán todos algo borrachos. Si es que ya llevan bastante vino encima...

Nadie comparte en este momento sus frustraciones pero todos conocen las del resto. No hay secretos donde la cotidianeidad familiar es la dueña de la casa y amiga de todos al mismo tiempo. Pero ahora nada de eso importa. Hablan de temas banales. Lo pasan bien.

Y yo, un elefante de latón de 7 centímetros lo miro desde la distancia. Feliz.

viernes, 27 de enero de 2023

Por aquellos momentos que atrás quedaron y que deberían volver

Caimos juntos al suelo. Este cuadro que os habla llevaba cerca de 7 meses unido a esa triste alcayata y la verdad es que le tenía cierto cariño, pero el portazo que pegó la chica al salir hizo que la escarpia se despegara de la pared del todo y nos lanzase a los dos al parquet. 

Ella salió de la habitación de él de esta manera. Él se quedó gimoteando frustrado en su sofá. Ella, la hermana algo engreída, nerviosa y agresiva en algunas ocasiones. Él, el hermano pequeño, medio aturdido, pero confundido al completo. Débil de menos a más. Enfadado.

Ese episodio fue un antes y un después, pero realmente los dos hermanos siempre se habían llevado mal. El capítulo más fuerte fue cuando él le robó dos caramelos a ella a sus espaldas y ésta le destrozó después la habitación. Él fue a buscarla y se pelearon. Su padre en medio. La desesperación de los tres llorando. Su madre al borde del infarto por ansiedad. Y la serenidad, de vacaciones.

Fueron a terapia familiar, desnudaron sus sentimientos y bucearon en lo inservible. Un total de 3 meses de sesiones. Algún avance al principio, pero pronto comenzaron de nuevos las discusiones.

¿Qué hemos hecho mal? Se preguntaban sus padres noche tras noche apenas sin pegar ojo. Todo esto llegó incluso a afectar a su matrimonio. Las terapias con los peques tornaron en terapias matrimoniales. Y la esperanza, de vacaciones.




El tiempo pasó, crecieron. Evolucionaron. Ella se fue de Erasmus a Londres. Él comenzó a salir con sus amigos, a probar los primeros labios de una chica, también los primeros porros y copas de Licor 43 con batido de chocolate. Los hermanos dejaron de tener contacto, apenas alguna palabra cruzada en alguna comida familiar sobre algún asunto liviano. Resultaba incómodo. Pero realmente fue un tiempo de paz y descanso para sus progenitores, aunque la espina estaba clavada, aquello no había funcionado. Y si todo estaba "bien" era por la distancia.

Pasaron los años y los hermanos seguían sin hablarse. El filósofo y escritor Tomás Abraham dijo en una ocasión que "el odio es la muerte del pensamiento". Supongo que estos dos hermanos tenían el cerebro inútil en su conexión recíproca...

Ella se casó con un músico de Blues a ratos libres y consultor en el sector de banca a ratos obligatorios. Se enamoró. Él conoció a una chica en la Universidad de Derecho. Se enamoró.

Los años pasaron. Un día ella estaba acabando una novela en el sofá, tras acostar a su hijo, cuando leyó algo que le hizo pensar. Decía algo así como que un hermano es algo que tienes para toda la vida, es aquella persona que de alguna manera te acompaña hasta el final cuando tus padres se han ido, tu marido te ha dejado y tus hijos han hecho su familia y su vida, por no hablar de los amigos que ya no tienes.

Coincidieron en las Bodas de Oro de sus padres. Un evento familiar y bastante íntimo, algunos amigos y los tíos y primos. Intercambiaron un saludo inicial pero se sentaron en mesas diferentes. ¿Cómo era posible que no hubiera un acercamiento sincero después de tanto tiempo? Pereza, miedo, resentimiento, comodidad y quizás algo de procrastinación.

Para sus padres esa no fue una buena jornada. Trataron de dar valor al sentido del día, es decir, el amor que se procesaban entre ellos desde hacía tanto tiempo. Pero estaban tristes porque sus hijos mantenían una relación de indiferencia. Y eso duele a un padre y a una madre. Casi era mejor cuando había peleas, allá en la infancia. La indiferencia es un puñal en el corazón. Y éste sangra cuando le miras de reojo de esta manera.

El tiempo se iba merendando las oportunidades. Ella se jubiló. Y casi al mismo tiempo se divorció. A buenas horas... Y recordó una vieja novela que leyó años atrás y lloró. Lloró mucho. Pero mucho.

Él se trasladó a Valencia y ascendió en la empresa donde estaba desde hacía 12 años. En lo personal le iba bien, iba de flor en flor envenenándose con el polen. Pero a gusto.

La entrada del hospital era cálida. El pasillo camino a las habitaciones de las personas con cuidados paliativos era más o menos templado. Ella entró en la habitación donde estaba él, la temperatura era gélida, o al menos así lo sentía ella.

Era curioso. Siempre se dice que una madre nunca debería enterrar a un hijo. Y es que ella pensó en ese momento que una hermana mayor nunca debería enterrar a su hermano pequeño. 

Él la miró. Ella le miró. No lloró porque no quería que él la viera así, tenía que ser un momento bonito (dentro de lo posible). Porque si te equivocas, el presente te juzga, el pasado te ignora y el futuro todavía sigue a lo suyo. 

Ella sacó una bolsa, la abrió y le acercó un objeto, lo puso encima de su pecho. Él lo miró. Era un cuadro. Su mente volvió al pasado. Era ese cuadro que se había caído al suelo tras aquel portazo de ella en aquella discusión cuando eran unos renacuajos. Una lágrima cayó por su mejilla y apretó su mano con todas las pocas fuerzas que le quedaban; eran pocas pero valientes y sinceras.

Pasó la noche. Ella abrió los ojos. Un rayo de sol la despertó. Se incorporó. Le miró. Se había ido. La faz de él era inexpresiva. Corrió hacia el pasillo. Llamó a los enfermeros. Volvió. Respiró como podía. Se fijó en él, su hermanito. Miró su mano. Y se sorprendió. Los dedos agarraban el cuadro. En ese momento fue feliz.

viernes, 6 de enero de 2023

Caprichos del destino

Lucio Valerio entró en la taberna notando de golpe en sus fosas nasales un olor pútrido y rancio contaminado por una mezcla de suciedad, bebida barata y un buen puñado de legionarios borrachos y malolientes. El local no tenía contaminación, el aire viciado casi le ahogaba, pero las ganas por tomar un buen caldo y evadirse un poco de la guerra contra los dacios le condujeron directo a la barra de mampostería con forma de "L".

- ¡Tabernero! ¡piperatum por aquí! ¡estoy sediento! - vociferó Lucio.

- Ya voy, ya voy, aunque se me está acabando legionario, has tenido suerte de llegar a tiempo.

- Me parece a mi que tú poca suerte vas a tener como a todo este rebaño de malnacidos les falte su caldo - respondió Lucio alejándose de la barra con su mezcla de vino, miel y especias y llegando a la mesa de sus más allegados.

- ¡Por los testículos de Marte! ¿A quién tenemos aquí? Si es Lucio Valerio, el "azote de los dacios".

Se había pronunciado Marco Claudio, un estúpido y envidioso romano que formaba parte del contubernio de Lucio en la campaña contra Decébalo en la Dacia.

En la mesa estaban los siete legionarios compañeros de tienda. Llevaban rato matando el rato jugando a los dados y tomando un vino de muy mala calidad, fermentado de mala gana, pero poco les importaba esto. Tras las palabras de Marco, se hizo un silencio sepulcral. Éste especialmente parecía muy ebrio y es que llevaba ya media tarde en la taberna sin parar de meter alcohol al cuerpo.

- Maldito bustirapus - contestó Lucio - Tu ironía me repudia, máxime cuando sabes que hoy he atravesado con mi gladius más dacios que tú, como siempre. La batalla de hoy ha sido dura, no sé cuánto tiempo más vamos a aguantar contra esos malditos bárbaros, pero juro que antes del fin de la guerra te mataré.

- Habla bajo insensato - espetó Marco mientras miraba al resto de los presentes y alcanzando un color rojo tirando a morado - ¿Acaso quieres que lo que vomita tu sucia lengua de cobarde llegue al centurión y nos castigue a todos?

- Sucia la tengo, sí, y bien sabes que puedo cortarte la tuya rápidamente sin que te des cuenta.

En ese momento ambos combatientes tuvieron que ser separados por Tito Voreno, amigo de la infancia de Lucio, antes de que llegaran a las manos. 

- ¡Ya basta! - gritó.

La relación no era buena ni tenía visos de mejorar. Ambos legionarios eran rivales en el compañerismo del contubernio, y eso, en tiempos de guerra, podría llegar a ser muy peligroso.

Pasaron alguna hora más en la taberna y luego los ocho se marcharon juntos a un improvisado lupanar que estaba contiguo. En época de guerra, y tras una batalla, tan solo el alcohol y el sexo podían satisfacer a unos legionarios ávidos de lujuria y evasión de sangre.

- ¡La mejor prostituta se vendrá conmigo! - iba gritando Marco Claudio por el pavimento como si fuera su primera vez. - Le voy a enseñar lo que es un buen falo de la Subura, jajajaja.

Lucio Valerio y Tito Voreno permanecieron en la puerta, habían acordado no entrar esa noche en el prostíbulo, Lucio quería charlar con su amigo.

- Eh, vosotros, ¿no entráis o que? - dijo Cneo Cornelio sorprendido habiendo traspasado ya el umbral de entrada. Se tambaleaba de un lado a otro debido a los efectos del piperatum.

Cneo era un afable legionario. Experimentado en la batalla y siempre servicial cuando se le necesitaba. Salvó la vida a Tito en una emboscada dacia hacía ya 3 meses.

- No, pasadlo bien compañero, mañana será un día duro. - le contestó Tito -.

Ambos amigos comenzaron a conversar, no sin antes mirar primero a su alrededor para evitar ser escuchados por algún bocazas traicionero.

- Te juro que un día voy a matar a ese hijo de puta. Voy a clavarle una daga tan fuerte en las entrañas que va a arrepentirse de haber venido a este mundo -.  se mostró colérico Lucio.

- Amigo, tienes que tener cuidado. Temo que ese malnacido alguna noche haga algo mientras duermes y se te adelante. - espetó Tito -. Además, sabes que esa acción que dices provocaría aquí tu pena de muerte. Tienes que aguantar, por favor, estamos ya muy cerca de Tapae y vamos a cortar la cabeza de Decébalo de una vez por todas. Sabes que el saqueo va a ser muy grande y llevaremos la gloria a Roma una vez más, como siempre hemos hecho, ¡juntos!

- Te entiendo, pero estoy cansado. Hoy ha sido una gran victoria, lo sé. Pero tengo la sensación de que Júpiter juega con nosotros. Trajano es un gran comandante, el mejor que podemos tener. No lo niego. Pero...

- Venga, calla, calla. - soltó Tito cortando el discurso de su amigo y compañero de armas -. Vamos a dormir y que estos cabrones vuelvan cuando les salga de los cojones. Yo no pienso esperarles aquí, no sé ni para qué les hemos acompañado. Es muy tarde ya.

Ambos caminaron torpemente ebrios hacia su tienda (a estas caligae que les habla les costaba encontrar el camino de vuelta). Los dos legionarios se tumbaron cada uno en su catre con el deseo de que el despertar fuera piadoso y la resaca gentil.

Como si la diosa Fortuna hubiera escuchado esa noche a Lucio, algo ocurrió momentos previos al amanecer en el lupanar donde acudieron el resto de sus seis compañeros. Marco Claudio fue asesinado por la ramera con la que yacía. Al parecer, éste se pasó de violento con ella y terminó recibiendo dos horas más tarde un puñal en el cuello mientras dormía.

Ella abandonó asustada el campamento. Seguramente acabaría poco después pasto de los lobos o, lo que es peor, violada y acuchillada por los dacios.

Lucio Valerio sería feliz esa misma mañana, la suerte y un destino inquieto le habían facilitado las cosas.

Desde lo alto del montículo

Cada mañana Markel y yo, una vieja mochila, venimos a un pequeño montículo en el lado derecho de un camino a las afueras de la aldea de Merak, al este de Bután, en el Himalaya oriental, Asia. Estamos a más de 8.000 kilómetros de casa, sin embargo la sensación es gratamente apacible y el ambiente mágicamente acogedor.

Son las 8.30 de la mañana. La brisa baña el manto de amapola azul de estos prados. Una flauta lingm suena de fondo desde la aldea acompañándonos en estas meditaciones matutinas. Los pájaros van y vienen dejándonos sus sinfonías alegres de manera intermitente.

Markel tiene los ojos cerrados. Sentado en postura de Medio Loto o Padmasana. Permanece en silencio. Respira profundamente. Inamovible más allá del leve movimiento de su pecho. Trata de concentrar su momento en la respiración, pero inevitablemente los pensamientos deambulan por su mente, van y vienen. No los rechaza tampoco.

Reflexiona sobre los mal hijo que ha sido, sobre sus inseguridades, sus tristezas taciturnas y sus promesas incumplidas. Piensa también en algunas acciones vergonzosas pero las cuales no borraría porque son las que le han conformado como persona al fin y al cabo. Recuerda envidias pasadas, jarrones hechos a medias y sueños demasiado cumplidos.

Han pasado más de dos semanas del aterrizaje en el que es uno de los aeropuertos más peligrosos del mundo, se dice que tan solo 8 pilotos en todo el planeta pueden llegar hasta aquí. Antes de salir del avión, Markel estuvo escuchando "Hold me closer" de Cornelia Jakobs, la canción que le recordaba a Catalina y que tanto le desconcertó la primera vez que la oyó. 

Realmente se podría decir que nos hemos mezclado bastante bien con los lugareños tratando de aprender humildemente su vida aquí y cada vez pronunciando mejor un no demasiado complicado kuzu zangpo la (hola). Markel pasa los días disfrutando de las pequeñas cosas: bebiendo te o chang, mirando a la montaña, tratando de comunicar con estas personas (esto es muy gracioso porque el chico es bastante tímido de por sí), disfrutando de cada bocado de la comida local o paseando en silencio por caminos inertes y vivos al tiempo. Y sobre todo, recordando momentos bonitos. 

Y es que en Bután el PIB, Producto Nacional Bruto, resulta algo aburrido; aquí cuentan con un indicador mucho más revelador: el llamado FNB, o Felicidad Nacional Bruta, un registro que mide la felicidad de los butaneses, más allá de su situación económica. Está basado en el uso del tiempo, el bienestar psicológico, la educación, la cultura, la resiliencia ecológica, la salud, el nivel de vida, el gobierno y la vitalidad de la comunidad.

A mí me gustaría ver un leopardo de las nieves, preciosos animales que pueden vivir incluso a más de 6.000 metros. En este país solo quedan de 100 a 200 ejemplares. Mi compañero de aventuras parece bastante poco preocupado por ello pero a mi me haría ilusión. Su retiro aquí ha sido algo introspectivo, supongo.

Por cierto, creo que se habrán preguntado cómo demonios sé lo que piensa o siente Markel. Seguro que habrán oído historias de otros objetos pero nunca tan reveladoras. Les podré decir que mantenemos una telepatía especial, y es que han sido muchos momentos juntos. Y si le conozco tan bien es porque han sido momentos de calidad, unos grandes y otros pequeños, pero siempre de calidad.

Bueno amigos y amigas, estaremos por aquí en torno a unas 2 horas y luego volveremos a la aldea a seguir disfrutando de su gente. Hay algo que no les he dicho y es que este es nuestro último viaje. Markel ha decidido pasar el resto de sus días aquí, y yo estoy contento y feliz de esa decisión.

Una última cosa si me permiten, por favor, disfruten de los detalles, los momentos fugaces, las pequeñas cosas. Al fin y al cabo supongo que las grandes cosas están hechas de pequeñas cosas.