martes, 24 de julio de 2018

Les voy dar una gran dosis de sentido cómun

A ustedes los humanos les da bastante igual dónde colocar los alimentos en la nevera. Y es que saber dónde poner qué en tal compartimento es algo importante. Muchas veces me meten tomates, frutas tropicales, como plátanos o mango, y hasta patatas, ajos y cebollas. Sepan que todos estos alimentos deben tenerlos a temperatura ambiente y no conservados en frío.

Pero es que no les importa nada. Con lo fácil que es informarse un poco y hacer bien las cosas... Eso sí, normalmente la verdura suelen ponerla en el sitio correspondiente, es decir, los cajones de la zona inferior, eso sí lo recuerdan ¿verdad? Hagan el favor de poner la mermelada, la mantequilla y las salsas en la puerta, ya que no necesitan de mucho frío para su correcta conservación. No les voy a dar más lecciones hoy.

Qué añoranza me entra al pensar en la primera máquina refrigerante, aquella creada en 1805 por un tal Oliver Evans. Las neveras hemos evolucionado mucho. Aunque las de hoy somos "inteligentes", no estaría de más que apliquen un trocito de su a veces decrépita materia gris para entender cómo funcionamos y cual es el mejor uso que pueden darnos.

Hoy día, no es que hablemos ya solo de autorreguladores de temperatura y humedad o alarmas acústicas cuando se queda la puerta abierta, es que estamos hablando ya de comunicación directa de neveras con smarthphones de acuerdo a unos criterios, incluso de pedidos automáticos a comercios cuando algunos productos se han terminado.

A mí todo esto me da un poco de miedo. Y estamos en lo de siempre. Unos pensarán que es la evolución, la constante mejora tecnológica que corre cada vez más para facilitar la vida a la humanidad. No les digo que no, pero para un clásico como soy yo todo esto da bastante pánico, vértigo mejor dicho.

También creo que podrían pararse a pensar un poco en cómo se está evolucionando y en si de manera paralela pueden hacer algo más por aquellos para los que la evolución tecnológica no existe. Creo que eso sería pedir mucho y no me van a hacer caso pero es que, si no lo digo, exploto.

Y por favor, ¡recuerden poner cuidado al meter los alimentos que luego se estropean, se tiran la mitad y hay gente muriéndose de hambre!


viernes, 20 de julio de 2018

Final helado y triste


El hombre lleva muerto casi diez días y su familia ha decidido dejarlo todo está. Seguirá aquí casi en la cima del mundo hasta el final de los tiempos. Yo le acompañaré para siempre con respeto, devoción, admiración e infinita estima. El frío será nuestro compañero fiel y el sol nuestro guía, descansaremos juntos siendo la más sincera compañía que ha conocido esta montaña.

Todo pasó muy rápido. Juan, su equipo (incluido esta bota de montaña que les habla) y su sherpa Tenszing descendíamos del Annapurna, a 8.091 metros de altitud. Llevábamos ya media hora de vuelta tras haber superado uno de los ochomil del Nepal. Todo había ido bien hasta ese momento.

Y fue sencillo. Pasó rápido. Resbaló sobre el hielo, cayó de lado y rodó varios metros montaña abajo arrastrando además a su sherpa, quien ha permanecido junto a este héroe hasta su último suspiro.

Juan intento levantarse pero volvió a caer sobre la gélida y glacial nieve. Tenzing corrió en su auxilio y trató de levantarlo pero no podía mantenerlo en pie. Su tobillo se había roto completamente. En esas condiciones no iba a poder volver al campamento más cercano, y mucho menos salir de esa montaña para volver al calor de su familia. Vi en ese momento cómo sus lágrimas corrían fugaces por sus mejillas; Juan siempre fue un tipo realista, optimista en ocasiones, pero en ese momento sabía que no podía pasar mucho tiempo a -12º y con oxígeno limitado.

El dispositivo de rescate se puso en marcha pero llegaron a él demasiado tarde. Fue su fiel sherpa quien les dio la triste noticia. Finalmente, su mujer fue quien decidió dejar su cuerpo en aquel punto, tan cerca del cielo que Juan casi podía tocarlo con los dedos. Era lo que él hubiera querido.

Tengo que decirles que nadie vio el accidente más cerca que yo, esa mala suerte tuve. Pienso bastante en si debo sentirme culpable o no, si fue culpa mía, pero qué importa ya... Eso sí, el pensamiento vuelve siempre a mí aunque intente alejarlo. A veces, sentirse responsable de algo sobre lo que no has podido incidir del todo es algo inevitable.

Trataré de llevarlo con calma, disfrutar de las vistas y recrearme en los buenos recuerdos, eso nadie puede quitármelos.

jueves, 19 de julio de 2018

Estado de ánimo bipolar

En la esquina de una oficina me encuentro rellenada de papeles, aunque realmente me tiran casi de todo. Alguna vez incluso me han escupido dentro. No miréis para otro lado porque hablo con vosotros. Las papeleras tenemos nuestros sentimientos, pero a veces nos cuesta bastante expresarnos.

Lo malo en mi caso es que no tengo otros objetos cercanos con los que conversar en estas estresantes mañanas vuestras. Miro al calendario y le veo hablar con la calculadora a diario, también los ordenadores tienen sus charlas con los teclados, sus inseparables y fieles compañeros. ¿Pero yo? Bastante abandonado estoy. Mirad, tan solo puedo entablar algunas palabras con la moqueta, pero es poco habladora y siempre se queja de su triste existencia. Para escuchar penas mejor me quedo sola, que yo también tengo las mías y no por ello voy dando la murga a los demás.

Los pocos objetos que entran dentro de mí tampoco son muy dicharacheros que digamos, supongo que se ven venir su final y no están para muchas charlas. Yo lo intento pero me hacen poco caso, la verdad sea dicha.

Si abren la ventana, me suele acariciar una suave brisa de buena mañana, especialmente los lunes, día en el que es abierta sí o sí. Por lo demás, pocos placeres tengo. Bueno sí, cuando me vacían también me siento bien, liberada y radiante, ese es otro de los grandes momentos de la semana.

Aunque no sea ciertamente una aventura, mi vida es larga y duradera a diferencia de la de otros objetos colindantes. De hecho, diría que cuando todos estos mueran yo seguiré aquí al pie del cañón. Las empresas no gastan mucho en según qué material de oficina. Y en mi caso, diría que son bien rácanos y tacaños. Vamos, yo llevo siete años aquí y seguro que me quedan muchos más.

No me cambiaría por vosotros ¿eh? A ver si os vais a pensar que porque me queje un poquito iba yo a querer ser un ser humano. Os veo pasar aquí una tercera parte de vuestra existencia; tenéis otra para dormir, es decir, sin hacer nada; y la tercera restante para tiempo de ocio. Yo no tengo ese problema, duermo cuando quiero, trabajo sin querer y en cuanto al ocio me da bastante lo mismo. Veros estresados ya supone un buen entretenimiento. A veces pediría un cubo de palomitas, pero de los grandes, porque las películas que os montáis algunos tienen cojones.

Y como estoy viendo que me pongo un poco agrio, os voy a dejar, que voy a echar una siesta. Además, hoy es viernes y hasta el lunes me quedo sin espectáculo. Malditos fines de semana.




miércoles, 4 de julio de 2018

¡Silencio, se rueda!

Vivir en un pequeño álbum de fotos desde hace tres décadas sin ser una foto me hace sentir especial y diferente, aunque aquí dentro seamos todas iguales. Ser una pieza de coleccionismo sin ser un cromo, una moneda, un sello o una figura le hace a una verse como algo de valor y foco de envidiosas miradas de los objetos anteriormente citados.

De todos modos, nadie debe sentirse superior a nadie. Como dice la célebre frase de la obra maestra Old Boy de Park Chan-Wook: "sea un grano de arena o una roca, en el agua se hunden igual". Y es que hay determinados actos que, aun con diferencia en su dimensión, tienen al final la misma consecuencia.

El cine da lecciones, y esto se lo digo a todo aquel que dice que solo es un refugio para cobardes que no tienen nada más interesante que hacer en la vida. Y también aquellos que afirman que se trata de un reflejo para frustrados que buscan en la ficción todo aquello que no han podido ser en la realidad. Bendita ignorancia.

Supongo que, de alguna manera, el séptimo arte transmite las cualidades humanas de sus genios. Y se me viene a la cabeza la perfección de Kubrick, la intriga de Hitchcock, el ingenio de Chaplin, la curiosidad de Nolan, la claridad de Eastwood o la innovación de Kurosawa y Spielberg. Y no se me echen encima fanáticos de otros genios porque estos son solo algunos ejemplos.

A mí me da mucha pena la pérdida paulatina del clásico visionado en sala de cine. Hoy día con un presupuesto relativamente modesto todo el mundo puede montarse su propia sala en casa. Sírvanse de una tele grande y una barra de sonido o "home cinema", las películas a la carta, y ya está todo hecho.

Es una realidad. La sociedad evoluciona y hay que saber adaptarse. Y el que no lo hace sencillamente muere. Grandes compañías de sectores tradicionales deben saber dar la mano al cambio y caminar juntos. No quiero empezar a divagar, sobre esto podría estar hablando horas, pero solo digo que aquel que no ande se cansará de permanecer de pie.

Y se lo dice una antigua entrada de cine, concretamente de La Mosca de Cronenberg. Cada nueva compañera que llega al álbum es recibida con júbilo y alegría, somos una gran familia. Haya los cambios que haya a nuestro alrededor, nosotras permaneceremos en el tiempo tal cual vinimos al mundo. ¡Y espero que sea por muchos años!