viernes, 27 de enero de 2023

Por aquellos momentos que atrás quedaron y que deberían volver

Caimos juntos al suelo. Este cuadro que os habla llevaba cerca de 7 meses unido a esa triste alcayata y la verdad es que le tenía cierto cariño, pero el portazo que pegó la chica al salir hizo que la escarpia se despegara de la pared del todo y nos lanzase a los dos al parquet. 

Ella salió de la habitación de él de esta manera. Él se quedó gimoteando frustrado en su sofá. Ella, la hermana algo engreída, nerviosa y agresiva en algunas ocasiones. Él, el hermano pequeño, medio aturdido, pero confundido al completo. Débil de menos a más. Enfadado.

Ese episodio fue un antes y un después, pero realmente los dos hermanos siempre se habían llevado mal. El capítulo más fuerte fue cuando él le robó dos caramelos a ella a sus espaldas y ésta le destrozó después la habitación. Él fue a buscarla y se pelearon. Su padre en medio. La desesperación de los tres llorando. Su madre al borde del infarto por ansiedad. Y la serenidad, de vacaciones.

Fueron a terapia familiar, desnudaron sus sentimientos y bucearon en lo inservible. Un total de 3 meses de sesiones. Algún avance al principio, pero pronto comenzaron de nuevos las discusiones.

¿Qué hemos hecho mal? Se preguntaban sus padres noche tras noche apenas sin pegar ojo. Todo esto llegó incluso a afectar a su matrimonio. Las terapias con los peques tornaron en terapias matrimoniales. Y la esperanza, de vacaciones.




El tiempo pasó, crecieron. Evolucionaron. Ella se fue de Erasmus a Londres. Él comenzó a salir con sus amigos, a probar los primeros labios de una chica, también los primeros porros y copas de Licor 43 con batido de chocolate. Los hermanos dejaron de tener contacto, apenas alguna palabra cruzada en alguna comida familiar sobre algún asunto liviano. Resultaba incómodo. Pero realmente fue un tiempo de paz y descanso para sus progenitores, aunque la espina estaba clavada, aquello no había funcionado. Y si todo estaba "bien" era por la distancia.

Pasaron los años y los hermanos seguían sin hablarse. El filósofo y escritor Tomás Abraham dijo en una ocasión que "el odio es la muerte del pensamiento". Supongo que estos dos hermanos tenían el cerebro inútil en su conexión recíproca...

Ella se casó con un músico de Blues a ratos libres y consultor en el sector de banca a ratos obligatorios. Se enamoró. Él conoció a una chica en la Universidad de Derecho. Se enamoró.

Los años pasaron. Un día ella estaba acabando una novela en el sofá, tras acostar a su hijo, cuando leyó algo que le hizo pensar. Decía algo así como que un hermano es algo que tienes para toda la vida, es aquella persona que de alguna manera te acompaña hasta el final cuando tus padres se han ido, tu marido te ha dejado y tus hijos han hecho su familia y su vida, por no hablar de los amigos que ya no tienes.

Coincidieron en las Bodas de Oro de sus padres. Un evento familiar y bastante íntimo, algunos amigos y los tíos y primos. Intercambiaron un saludo inicial pero se sentaron en mesas diferentes. ¿Cómo era posible que no hubiera un acercamiento sincero después de tanto tiempo? Pereza, miedo, resentimiento, comodidad y quizás algo de procrastinación.

Para sus padres esa no fue una buena jornada. Trataron de dar valor al sentido del día, es decir, el amor que se procesaban entre ellos desde hacía tanto tiempo. Pero estaban tristes porque sus hijos mantenían una relación de indiferencia. Y eso duele a un padre y a una madre. Casi era mejor cuando había peleas, allá en la infancia. La indiferencia es un puñal en el corazón. Y éste sangra cuando le miras de reojo de esta manera.

El tiempo se iba merendando las oportunidades. Ella se jubiló. Y casi al mismo tiempo se divorció. A buenas horas... Y recordó una vieja novela que leyó años atrás y lloró. Lloró mucho. Pero mucho.

Él se trasladó a Valencia y ascendió en la empresa donde estaba desde hacía 12 años. En lo personal le iba bien, iba de flor en flor envenenándose con el polen. Pero a gusto.

La entrada del hospital era cálida. El pasillo camino a las habitaciones de las personas con cuidados paliativos era más o menos templado. Ella entró en la habitación donde estaba él, la temperatura era gélida, o al menos así lo sentía ella.

Era curioso. Siempre se dice que una madre nunca debería enterrar a un hijo. Y es que ella pensó en ese momento que una hermana mayor nunca debería enterrar a su hermano pequeño. 

Él la miró. Ella le miró. No lloró porque no quería que él la viera así, tenía que ser un momento bonito (dentro de lo posible). Porque si te equivocas, el presente te juzga, el pasado te ignora y el futuro todavía sigue a lo suyo. 

Ella sacó una bolsa, la abrió y le acercó un objeto, lo puso encima de su pecho. Él lo miró. Era un cuadro. Su mente volvió al pasado. Era ese cuadro que se había caído al suelo tras aquel portazo de ella en aquella discusión cuando eran unos renacuajos. Una lágrima cayó por su mejilla y apretó su mano con todas las pocas fuerzas que le quedaban; eran pocas pero valientes y sinceras.

Pasó la noche. Ella abrió los ojos. Un rayo de sol la despertó. Se incorporó. Le miró. Se había ido. La faz de él era inexpresiva. Corrió hacia el pasillo. Llamó a los enfermeros. Volvió. Respiró como podía. Se fijó en él, su hermanito. Miró su mano. Y se sorprendió. Los dedos agarraban el cuadro. En ese momento fue feliz.

viernes, 6 de enero de 2023

Caprichos del destino

Lucio Valerio entró en la taberna notando de golpe en sus fosas nasales un olor pútrido y rancio contaminado por una mezcla de suciedad, bebida barata y un buen puñado de legionarios borrachos y malolientes. El local no tenía contaminación, el aire viciado casi le ahogaba, pero las ganas por tomar un buen caldo y evadirse un poco de la guerra contra los dacios le condujeron directo a la barra de mampostería con forma de "L".

- ¡Tabernero! ¡piperatum por aquí! ¡estoy sediento! - vociferó Lucio.

- Ya voy, ya voy, aunque se me está acabando legionario, has tenido suerte de llegar a tiempo.

- Me parece a mi que tú poca suerte vas a tener como a todo este rebaño de malnacidos les falte su caldo - respondió Lucio alejándose de la barra con su mezcla de vino, miel y especias y llegando a la mesa de sus más allegados.

- ¡Por los testículos de Marte! ¿A quién tenemos aquí? Si es Lucio Valerio, el "azote de los dacios".

Se había pronunciado Marco Claudio, un estúpido y envidioso romano que formaba parte del contubernio de Lucio en la campaña contra Decébalo en la Dacia.

En la mesa estaban los siete legionarios compañeros de tienda. Llevaban rato matando el rato jugando a los dados y tomando un vino de muy mala calidad, fermentado de mala gana, pero poco les importaba esto. Tras las palabras de Marco, se hizo un silencio sepulcral. Éste especialmente parecía muy ebrio y es que llevaba ya media tarde en la taberna sin parar de meter alcohol al cuerpo.

- Maldito bustirapus - contestó Lucio - Tu ironía me repudia, máxime cuando sabes que hoy he atravesado con mi gladius más dacios que tú, como siempre. La batalla de hoy ha sido dura, no sé cuánto tiempo más vamos a aguantar contra esos malditos bárbaros, pero juro que antes del fin de la guerra te mataré.

- Habla bajo insensato - espetó Marco mientras miraba al resto de los presentes y alcanzando un color rojo tirando a morado - ¿Acaso quieres que lo que vomita tu sucia lengua de cobarde llegue al centurión y nos castigue a todos?

- Sucia la tengo, sí, y bien sabes que puedo cortarte la tuya rápidamente sin que te des cuenta.

En ese momento ambos combatientes tuvieron que ser separados por Tito Voreno, amigo de la infancia de Lucio, antes de que llegaran a las manos. 

- ¡Ya basta! - gritó.

La relación no era buena ni tenía visos de mejorar. Ambos legionarios eran rivales en el compañerismo del contubernio, y eso, en tiempos de guerra, podría llegar a ser muy peligroso.

Pasaron alguna hora más en la taberna y luego los ocho se marcharon juntos a un improvisado lupanar que estaba contiguo. En época de guerra, y tras una batalla, tan solo el alcohol y el sexo podían satisfacer a unos legionarios ávidos de lujuria y evasión de sangre.

- ¡La mejor prostituta se vendrá conmigo! - iba gritando Marco Claudio por el pavimento como si fuera su primera vez. - Le voy a enseñar lo que es un buen falo de la Subura, jajajaja.

Lucio Valerio y Tito Voreno permanecieron en la puerta, habían acordado no entrar esa noche en el prostíbulo, Lucio quería charlar con su amigo.

- Eh, vosotros, ¿no entráis o que? - dijo Cneo Cornelio sorprendido habiendo traspasado ya el umbral de entrada. Se tambaleaba de un lado a otro debido a los efectos del piperatum.

Cneo era un afable legionario. Experimentado en la batalla y siempre servicial cuando se le necesitaba. Salvó la vida a Tito en una emboscada dacia hacía ya 3 meses.

- No, pasadlo bien compañero, mañana será un día duro. - le contestó Tito -.

Ambos amigos comenzaron a conversar, no sin antes mirar primero a su alrededor para evitar ser escuchados por algún bocazas traicionero.

- Te juro que un día voy a matar a ese hijo de puta. Voy a clavarle una daga tan fuerte en las entrañas que va a arrepentirse de haber venido a este mundo -.  se mostró colérico Lucio.

- Amigo, tienes que tener cuidado. Temo que ese malnacido alguna noche haga algo mientras duermes y se te adelante. - espetó Tito -. Además, sabes que esa acción que dices provocaría aquí tu pena de muerte. Tienes que aguantar, por favor, estamos ya muy cerca de Tapae y vamos a cortar la cabeza de Decébalo de una vez por todas. Sabes que el saqueo va a ser muy grande y llevaremos la gloria a Roma una vez más, como siempre hemos hecho, ¡juntos!

- Te entiendo, pero estoy cansado. Hoy ha sido una gran victoria, lo sé. Pero tengo la sensación de que Júpiter juega con nosotros. Trajano es un gran comandante, el mejor que podemos tener. No lo niego. Pero...

- Venga, calla, calla. - soltó Tito cortando el discurso de su amigo y compañero de armas -. Vamos a dormir y que estos cabrones vuelvan cuando les salga de los cojones. Yo no pienso esperarles aquí, no sé ni para qué les hemos acompañado. Es muy tarde ya.

Ambos caminaron torpemente ebrios hacia su tienda (a estas caligae que les habla les costaba encontrar el camino de vuelta). Los dos legionarios se tumbaron cada uno en su catre con el deseo de que el despertar fuera piadoso y la resaca gentil.

Como si la diosa Fortuna hubiera escuchado esa noche a Lucio, algo ocurrió momentos previos al amanecer en el lupanar donde acudieron el resto de sus seis compañeros. Marco Claudio fue asesinado por la ramera con la que yacía. Al parecer, éste se pasó de violento con ella y terminó recibiendo dos horas más tarde un puñal en el cuello mientras dormía.

Ella abandonó asustada el campamento. Seguramente acabaría poco después pasto de los lobos o, lo que es peor, violada y acuchillada por los dacios.

Lucio Valerio sería feliz esa misma mañana, la suerte y un destino inquieto le habían facilitado las cosas.

Desde lo alto del montículo

Cada mañana Markel y yo, una vieja mochila, venimos a un pequeño montículo en el lado derecho de un camino a las afueras de la aldea de Merak, al este de Bután, en el Himalaya oriental, Asia. Estamos a más de 8.000 kilómetros de casa, sin embargo la sensación es gratamente apacible y el ambiente mágicamente acogedor.

Son las 8.30 de la mañana. La brisa baña el manto de amapola azul de estos prados. Una flauta lingm suena de fondo desde la aldea acompañándonos en estas meditaciones matutinas. Los pájaros van y vienen dejándonos sus sinfonías alegres de manera intermitente.

Markel tiene los ojos cerrados. Sentado en postura de Medio Loto o Padmasana. Permanece en silencio. Respira profundamente. Inamovible más allá del leve movimiento de su pecho. Trata de concentrar su momento en la respiración, pero inevitablemente los pensamientos deambulan por su mente, van y vienen. No los rechaza tampoco.

Reflexiona sobre los mal hijo que ha sido, sobre sus inseguridades, sus tristezas taciturnas y sus promesas incumplidas. Piensa también en algunas acciones vergonzosas pero las cuales no borraría porque son las que le han conformado como persona al fin y al cabo. Recuerda envidias pasadas, jarrones hechos a medias y sueños demasiado cumplidos.

Han pasado más de dos semanas del aterrizaje en el que es uno de los aeropuertos más peligrosos del mundo, se dice que tan solo 8 pilotos en todo el planeta pueden llegar hasta aquí. Antes de salir del avión, Markel estuvo escuchando "Hold me closer" de Cornelia Jakobs, la canción que le recordaba a Catalina y que tanto le desconcertó la primera vez que la oyó. 

Realmente se podría decir que nos hemos mezclado bastante bien con los lugareños tratando de aprender humildemente su vida aquí y cada vez pronunciando mejor un no demasiado complicado kuzu zangpo la (hola). Markel pasa los días disfrutando de las pequeñas cosas: bebiendo te o chang, mirando a la montaña, tratando de comunicar con estas personas (esto es muy gracioso porque el chico es bastante tímido de por sí), disfrutando de cada bocado de la comida local o paseando en silencio por caminos inertes y vivos al tiempo. Y sobre todo, recordando momentos bonitos. 

Y es que en Bután el PIB, Producto Nacional Bruto, resulta algo aburrido; aquí cuentan con un indicador mucho más revelador: el llamado FNB, o Felicidad Nacional Bruta, un registro que mide la felicidad de los butaneses, más allá de su situación económica. Está basado en el uso del tiempo, el bienestar psicológico, la educación, la cultura, la resiliencia ecológica, la salud, el nivel de vida, el gobierno y la vitalidad de la comunidad.

A mí me gustaría ver un leopardo de las nieves, preciosos animales que pueden vivir incluso a más de 6.000 metros. En este país solo quedan de 100 a 200 ejemplares. Mi compañero de aventuras parece bastante poco preocupado por ello pero a mi me haría ilusión. Su retiro aquí ha sido algo introspectivo, supongo.

Por cierto, creo que se habrán preguntado cómo demonios sé lo que piensa o siente Markel. Seguro que habrán oído historias de otros objetos pero nunca tan reveladoras. Les podré decir que mantenemos una telepatía especial, y es que han sido muchos momentos juntos. Y si le conozco tan bien es porque han sido momentos de calidad, unos grandes y otros pequeños, pero siempre de calidad.

Bueno amigos y amigas, estaremos por aquí en torno a unas 2 horas y luego volveremos a la aldea a seguir disfrutando de su gente. Hay algo que no les he dicho y es que este es nuestro último viaje. Markel ha decidido pasar el resto de sus días aquí, y yo estoy contento y feliz de esa decisión.

Una última cosa si me permiten, por favor, disfruten de los detalles, los momentos fugaces, las pequeñas cosas. Al fin y al cabo supongo que las grandes cosas están hechas de pequeñas cosas.