viernes, 6 de enero de 2023

Caprichos del destino

Lucio Valerio entró en la taberna notando de golpe en sus fosas nasales un olor pútrido y rancio contaminado por una mezcla de suciedad, bebida barata y un buen puñado de legionarios borrachos y malolientes. El local no tenía contaminación, el aire viciado casi le ahogaba, pero las ganas por tomar un buen caldo y evadirse un poco de la guerra contra los dacios le condujeron directo a la barra de mampostería con forma de "L".

- ¡Tabernero! ¡piperatum por aquí! ¡estoy sediento! - vociferó Lucio.

- Ya voy, ya voy, aunque se me está acabando legionario, has tenido suerte de llegar a tiempo.

- Me parece a mi que tú poca suerte vas a tener como a todo este rebaño de malnacidos les falte su caldo - respondió Lucio alejándose de la barra con su mezcla de vino, miel y especias y llegando a la mesa de sus más allegados.

- ¡Por los testículos de Marte! ¿A quién tenemos aquí? Si es Lucio Valerio, el "azote de los dacios".

Se había pronunciado Marco Claudio, un estúpido y envidioso romano que formaba parte del contubernio de Lucio en la campaña contra Decébalo en la Dacia.

En la mesa estaban los siete legionarios compañeros de tienda. Llevaban rato matando el rato jugando a los dados y tomando un vino de muy mala calidad, fermentado de mala gana, pero poco les importaba esto. Tras las palabras de Marco, se hizo un silencio sepulcral. Éste especialmente parecía muy ebrio y es que llevaba ya media tarde en la taberna sin parar de meter alcohol al cuerpo.

- Maldito bustirapus - contestó Lucio - Tu ironía me repudia, máxime cuando sabes que hoy he atravesado con mi gladius más dacios que tú, como siempre. La batalla de hoy ha sido dura, no sé cuánto tiempo más vamos a aguantar contra esos malditos bárbaros, pero juro que antes del fin de la guerra te mataré.

- Habla bajo insensato - espetó Marco mientras miraba al resto de los presentes y alcanzando un color rojo tirando a morado - ¿Acaso quieres que lo que vomita tu sucia lengua de cobarde llegue al centurión y nos castigue a todos?

- Sucia la tengo, sí, y bien sabes que puedo cortarte la tuya rápidamente sin que te des cuenta.

En ese momento ambos combatientes tuvieron que ser separados por Tito Voreno, amigo de la infancia de Lucio, antes de que llegaran a las manos. 

- ¡Ya basta! - gritó.

La relación no era buena ni tenía visos de mejorar. Ambos legionarios eran rivales en el compañerismo del contubernio, y eso, en tiempos de guerra, podría llegar a ser muy peligroso.

Pasaron alguna hora más en la taberna y luego los ocho se marcharon juntos a un improvisado lupanar que estaba contiguo. En época de guerra, y tras una batalla, tan solo el alcohol y el sexo podían satisfacer a unos legionarios ávidos de lujuria y evasión de sangre.

- ¡La mejor prostituta se vendrá conmigo! - iba gritando Marco Claudio por el pavimento como si fuera su primera vez. - Le voy a enseñar lo que es un buen falo de la Subura, jajajaja.

Lucio Valerio y Tito Voreno permanecieron en la puerta, habían acordado no entrar esa noche en el prostíbulo, Lucio quería charlar con su amigo.

- Eh, vosotros, ¿no entráis o que? - dijo Cneo Cornelio sorprendido habiendo traspasado ya el umbral de entrada. Se tambaleaba de un lado a otro debido a los efectos del piperatum.

Cneo era un afable legionario. Experimentado en la batalla y siempre servicial cuando se le necesitaba. Salvó la vida a Tito en una emboscada dacia hacía ya 3 meses.

- No, pasadlo bien compañero, mañana será un día duro. - le contestó Tito -.

Ambos amigos comenzaron a conversar, no sin antes mirar primero a su alrededor para evitar ser escuchados por algún bocazas traicionero.

- Te juro que un día voy a matar a ese hijo de puta. Voy a clavarle una daga tan fuerte en las entrañas que va a arrepentirse de haber venido a este mundo -.  se mostró colérico Lucio.

- Amigo, tienes que tener cuidado. Temo que ese malnacido alguna noche haga algo mientras duermes y se te adelante. - espetó Tito -. Además, sabes que esa acción que dices provocaría aquí tu pena de muerte. Tienes que aguantar, por favor, estamos ya muy cerca de Tapae y vamos a cortar la cabeza de Decébalo de una vez por todas. Sabes que el saqueo va a ser muy grande y llevaremos la gloria a Roma una vez más, como siempre hemos hecho, ¡juntos!

- Te entiendo, pero estoy cansado. Hoy ha sido una gran victoria, lo sé. Pero tengo la sensación de que Júpiter juega con nosotros. Trajano es un gran comandante, el mejor que podemos tener. No lo niego. Pero...

- Venga, calla, calla. - soltó Tito cortando el discurso de su amigo y compañero de armas -. Vamos a dormir y que estos cabrones vuelvan cuando les salga de los cojones. Yo no pienso esperarles aquí, no sé ni para qué les hemos acompañado. Es muy tarde ya.

Ambos caminaron torpemente ebrios hacia su tienda (a estas caligae que les habla les costaba encontrar el camino de vuelta). Los dos legionarios se tumbaron cada uno en su catre con el deseo de que el despertar fuera piadoso y la resaca gentil.

Como si la diosa Fortuna hubiera escuchado esa noche a Lucio, algo ocurrió momentos previos al amanecer en el lupanar donde acudieron el resto de sus seis compañeros. Marco Claudio fue asesinado por la ramera con la que yacía. Al parecer, éste se pasó de violento con ella y terminó recibiendo dos horas más tarde un puñal en el cuello mientras dormía.

Ella abandonó asustada el campamento. Seguramente acabaría poco después pasto de los lobos o, lo que es peor, violada y acuchillada por los dacios.

Lucio Valerio sería feliz esa misma mañana, la suerte y un destino inquieto le habían facilitado las cosas.

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