martes, 13 de octubre de 2015

Oníricos viajes nocturnos

No me da nunca los buenos días. No es que me moleste, al fin y al cabo soy un ser inerte y desidioso en cierta medida, pero no estaría de más que en alguna ocasión le de al chaval por dar la sorpresa, yo se lo agradecería a mi manera. Desde luego que si a alguien debería dirigirse en ese sentido es a mí, no va a ser al latoso y molesto despertador.

El joven es bastante haragán y siempre se le pegan las sábanas, mis fieles compañeras. Debo reconocer que estoy orgulloso de que siempre esté tan a gusto aquí, por la parte que me toca, quiero decir. Soy una cama amplia, vistosa, cómoda; menudos sueños le regalo al amigo cada noche...

Morfeo, dios griego de los sueños, y yo hacemos un trabajo excelente con este chico. Actuamos de manera conjunta, se podría decir. Él en el aspecto más abstracto y onírico y yo en otro más terrenal y tangible. Dicen que Zeus castigó en una ocasión a Morfeo por revelar secretos del Olimpo a los mortales a través de los sueños. Desde entonces anda más cauto pero siempre igual de efectivo, no es tarea sencilla la que tiene.

Cada noche, a eso de las 23.00 horas (más tarde si se pone a ver alguna película después de cenar), teletransportamos al joven al mundo de los sueños. Cada sesión es un viaje diferente con múltiples interpretaciones. En las últimas ocasiones se repite un sueño, él nadando en aguas turbulentas, y es que últimamente le veo muy extresado y emocionalmente perturbado. Me gustaría ayudarle pero no me es posible, y no poder hacer nada me angustia...

Podría decir, sin ruborizarme, que le regalo el mejor momento del día, el de acostarse. Aunque podría asociarme con el peor, que es el de levantarse. Espero y confío en que ese lo relacione más con el despertador. La verdad es que hay pocos momentos tan relajantes  e inigualables como el de meterse en la cama. El día queda atrás, y ya puede haber sido uno de los peores, que queda atrás seguro. Y comenzará otro completamente diferente. De alguna manera, al meternos en la cama activamos un interruptor para pasar de día, la página de un libro largo en el que se cuentan mil historias, la vida.

He de reconocer que tengo aprecio a este joven. Son ya siete años juntos y cada vez le tengo más estima. Tan solo puedo proporcionarle descanso, al menos eso lo hago lo mejor que sé. Debe estar 100% cada mañana para afrontar la nueva jornada con sus nuevos retos y decisiones. Si sigo con tanta energía positiva, seguro que "esos buenos días" que tanto ansío llegarán, tan solo hay que tener paciencia.

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