miércoles, 21 de octubre de 2015

Vivir pobre y morir para algo

Maldita estupidez mi existencia. Utilidad tengo, pero tampoco la cosa es para tirar cohetes. Soy un triste tapón de plástico de una botella de agua. Y para colmo, de las pequeñas, de 40 cl. Porque ya puestos, podría ser una botella grande, pero no, me tocó acompañar a esta enana.

Al menos tendré un final glorioso; no, glorioso no es la palabra, voy a dejarlo en satisfactorio. Estaré destinado a participar en un proyecto para ayudar a una niña con una de esas enfermedades raras. Lástima que mi aporte vaya a ser tan pequeño, ya que peso 2 gramos y hacemos falta un total de 500.000 tapones para llegar a una tonelada y que se puedan sacar apenas 200 euros para ayudar a esa criatura.

Muchos humanos criticáis estas acciones argumentando que es más un negocio que un asunto solidario. Opiniones e historias hay para todos los gustos, no seré yo quien entre a discutir ahora.

Pero si lo pensáis bien, además se hace una labor de reciclaje bastante importante, por lo que la acción tiene doble importancia. Si no os gusta la parte solidaria, al menos aceptadme esta segunda opción.

En fin, de momento aquí estoy, insulso, simple, banal, anodino. Una mota de polvo en un universo, si me lo permitís. Paso los días metido en una caja de cartón junto con otras 25 botellas y otros 25 tapones más. Somos todos iguales, al menos asi no hay envidias.

Llegará mi momento, o mejor dicho, nuestro momento. Y pasado ese momento iré a parar a otra caja de cartón más grande junto con varios cientos de tapones como yo. Y a partir de ahí, lo que os indicaba antes.

Bueno, no quiero aburriros más, sí deseo agradeceros vuestro valioso tiempo dedicado a este humilde y simplón tapón de botellas.

martes, 13 de octubre de 2015

Oníricos viajes nocturnos

No me da nunca los buenos días. No es que me moleste, al fin y al cabo soy un ser inerte y desidioso en cierta medida, pero no estaría de más que en alguna ocasión le de al chaval por dar la sorpresa, yo se lo agradecería a mi manera. Desde luego que si a alguien debería dirigirse en ese sentido es a mí, no va a ser al latoso y molesto despertador.

El joven es bastante haragán y siempre se le pegan las sábanas, mis fieles compañeras. Debo reconocer que estoy orgulloso de que siempre esté tan a gusto aquí, por la parte que me toca, quiero decir. Soy una cama amplia, vistosa, cómoda; menudos sueños le regalo al amigo cada noche...

Morfeo, dios griego de los sueños, y yo hacemos un trabajo excelente con este chico. Actuamos de manera conjunta, se podría decir. Él en el aspecto más abstracto y onírico y yo en otro más terrenal y tangible. Dicen que Zeus castigó en una ocasión a Morfeo por revelar secretos del Olimpo a los mortales a través de los sueños. Desde entonces anda más cauto pero siempre igual de efectivo, no es tarea sencilla la que tiene.

Cada noche, a eso de las 23.00 horas (más tarde si se pone a ver alguna película después de cenar), teletransportamos al joven al mundo de los sueños. Cada sesión es un viaje diferente con múltiples interpretaciones. En las últimas ocasiones se repite un sueño, él nadando en aguas turbulentas, y es que últimamente le veo muy extresado y emocionalmente perturbado. Me gustaría ayudarle pero no me es posible, y no poder hacer nada me angustia...

Podría decir, sin ruborizarme, que le regalo el mejor momento del día, el de acostarse. Aunque podría asociarme con el peor, que es el de levantarse. Espero y confío en que ese lo relacione más con el despertador. La verdad es que hay pocos momentos tan relajantes  e inigualables como el de meterse en la cama. El día queda atrás, y ya puede haber sido uno de los peores, que queda atrás seguro. Y comenzará otro completamente diferente. De alguna manera, al meternos en la cama activamos un interruptor para pasar de día, la página de un libro largo en el que se cuentan mil historias, la vida.

He de reconocer que tengo aprecio a este joven. Son ya siete años juntos y cada vez le tengo más estima. Tan solo puedo proporcionarle descanso, al menos eso lo hago lo mejor que sé. Debe estar 100% cada mañana para afrontar la nueva jornada con sus nuevos retos y decisiones. Si sigo con tanta energía positiva, seguro que "esos buenos días" que tanto ansío llegarán, tan solo hay que tener paciencia.

jueves, 1 de octubre de 2015

Déjenme tener mal día, tengo derecho

¿Sabían ustedes que las llaves fuimos inventadas por los egipcios hace 4000 años? Aunque ya saben que en esto de las invenciones antigüas siempre hay historiadores que las atribuyen a los chinos, y casi por defecto. Eso sí, el primer cerrojo hallado es un dispositivo egipcio hallado en las ruinas de Nínive, en la antigua Asiria.

Al principio solo eramos de madera y ya por el siglo X pasamos a ser metálicas. Todo evoluciona con el tiempo ¿no?

Y desde entonces nos hemos dedicado a esto de la seguridad, principalmente de viviendas, aunque servimos también para cajas fuertes y demás artilugios. Nunca se habrán parado a pensar que las llaves tenemos sentimientos y reflexionamos como ustedes. ¡De cuántas desgracias les habremos salvado!

Les confesaré una cosa, me siento poderosa. Tengo la autoridad de permitir o no el acceso al domicilio, la potestad de garantizar la seguridad de sus habitantes; con los tiempos que corren, me dirán que no es de agradecer... Y ustedes deben reconocer que sin nosotras sus vidas serían más complicadas, ¿verdad? Os véis muy poderosos y petulantes pero sin los objetos no valdríais nada. Y ahora me vendrán con que nosotros los objetos somos invenciones vuestras. No se lo voy a negar pero la existencia es mía y solo mía, "pienso, luego existo", que diría Descartes.

Estoy abocada a llevarme bien con mis compañeras, hermanas, amigas. En este llavero vivimos cinco: casa, portal, buzón, y garaje. Sí, falta una, pero es que no sirve para nada, nunca se usa y ni ella sabe realmente por qué está aquí. A veces siento lástima de ella, pero debo ser fuerte y preocuparme por mí, nunca se sabe cuándo nos van a jubilar o partir en dos. Y seguro que ella vivirá más que yo a fin de cuentas.

Lo que no soporto es el grado de austeridad y sobriedad que tiene nuestro dueño. He visto otros llaveros con un dado o una camiseta de fútbol de complemento. todo depende del grado de "frikismo" del portador. Pero en nuestro caso, nada. solo nosotras. Miren que no se ha molestado el tío ni en poner el que le regalaron en la inmobiliaria. Ni con esas. No llego a comprender cómo se puede ser tan cutre, mísero y soso.

Habrán notado que tengo bastante mal humor, pero creánme si les digo que solo es que tengo mal día. Estoy un poco apesadumbrado, abatido. Normalmente no tengo tan mala leche. Debo agradecerles que me hayan escuchado. Y por favor, recuerden siempre que sentimos, ¡métanos en la cerradura con cuidado!