viernes, 23 de febrero de 2024

Quién lo iba a decir...

Posiblemente el presentador más exitoso de la televisión. Se cumplían ya 7 años de emisión del concurso más visto de la cadena y el segundo de toda la parrilla televisiva del país. Eugenio comenzó su carrera simplemente siendo simpático y bastante gracioso, agradable y ocurrente. Empezó como tertuliano en programas del corazón tras ejercer una época como becario en los informativos de la cadena estatal pública. Curioso giro del destino.

Hace tiempo le llegó la gran oferta: ser presentador de un importante concurso que ya llevaba emitiéndose 12 años. Todo un reto, y es que el anterior presentador era una persona muy querida por el gran público, pero también por sus compañeros de realización. Rápidamente Eugenio cuajó en la audiencia convirtiéndose en una persona muy querida cada tarde, sus compañeros de profesión también estaban encantados con el relevo. No le hizo falta forzar nada, simplemente fue él, lo que siempre había hecho toda su vida.

Un showman en toda regla. Y es que cuando uno disfruta con lo que hace, las cosas salen solas. Una bienvenida enérgica y particular al principio del programa, un chiste apropiado siempre en el momento preciso, un estilo ágil y fresco en general, una sonrisa en la cara en todo momento, una escucha y atención especial a cada concursante y una mirada cautivadora a la cámara (además era guapo el jodido) eran sus señas de identidad.

La gente podría decir que Eugenio era un tío feliz hasta las vísceras, no podría ser de otra manera. A sus 40 años seguro que estaría con una preciosa mujer (que sería actriz o deportista) y un retoño de unos 4 años, por ejemplo. Viviría en una casa grande a las afueras de Madrid. Acudiría frecuentemente a muchas fiestas de "salseo televisivo". Viajaría por placer unas tres veces por año. Por no hablar de los dos cochazos que tendría acunados en el garaje.

Pero no. 

La imagen pública de Eugenio era todo fachada. Vivía en un apartamento bastante grande y bonito, la verdad es que eso sí. Estaba soltero sin hijos. Vapuleado de una relación a otra sin pena ni gloria, nadie encajaba con él a largo plazo. Y no, no iba a fiestas. No le gustaba el postureo que ya de por sí tenía que soportar cada vez que iba a la cadena a grabar. Día tras día la misma falsedad de siempre.

Y es que el mundo aparente no es el mundo real en muchas ocasiones, en demasiadas. Lo que se fabrica en la imaginación no guarda relación con una realidad que huye por escapar y ansía agarrarse a esa imaginación que vive entre paredes de cristal. Corre y corre en esa dirección pero nunca llega a tiempo.

Realmente Eugenio era una persona triste y apagada en el apartado privado. ¡Cualquiera lo diría! 

Se levantaba a las 7.30 de la mañana. Tomaba un café con leche.

Cogía el coche para ir al estudio y grabar durante 5 horas.

Comía, tarde, generalmente una ensalada y un pescado o filete a la plancha. Flan y café largo.

Dormía una siesta de 30 minutos.

Leía o veía alguna serie hasta media tarde.

Iba al gimnasio un rato sin entablar demasiada conversación con la gente que acudía al mismo. 

Una o dos copas de Beronia (siempre el mismo vino).

Cena.

A la cama.

Así el 85% de los días. Lo malo no era lo que hacía, sino que era una persona solitaria. Y no de esas que eligen serlo, sino de esas que no lo desean. No encontraba la chica adecuada, quizás es que era demasiado exigente, decían algunas de las pocas amistades que aún conservaba. Tampoco era una persona especialmente sociable. Y de familia en plan padres, hermanos, primos etc, pues lo justo. Tenía un hermano que vivía en Buenos Aires y unos padres que no se movían de su casa prácticamente.

Eugenio era muy bueno mostrándose como un presentador totalmente empático con los concursantes. Sufría cada premio perdido como si le hubiera ocurrido a él mismo, casi derramaba lágrimas de tristeza. Esa conexión la notaban los espectadores en su casa, viajaba del plató hacia las casas de todos y cada uno de ellos. Por otro lado, se alegraba de manera enfervorecida de los grandes premios ganados por los participantes del concurso. Tal emoción viajaba igualmente a través del espacio y por medio de la televisión se asentaba en miles de hogares.

Todo era falso.

Eugenio hacía un papel, sabía hacerlo muy bien. Sus estudios de interpretación cursados 15 años atrás fueron realmente muy útiles. Eugenio siempre se sintió más un actor que un presentador. En muchas ocasiones, como es la que os relato, ambas profesiones son casi un sinónimo.

Su mente era un desorden in crescendo (casi tanto como este discurso). Poco a poco tornó en depresión. Y la depresión llevó al drama. Y ese día todo pasó bastante rápido.

Llegó el día.

Apareció en el plató, como una mañana más. Comenzó la grabación. Como una mañana más. Miró a cámara y dio la bienvenida a los telespectadores. No precisamente como una mañana más...

- ¡¡¡Buenas tardes queridos amigos!!! Hoy es un día especial para mí. Uno de esos días en los que quiero comerme el mundo, pero lo cierto es que el mundo me va a comer a mi. Os puedo asegurar que vengo preparado para llevaros en una montaña rusa camino al infierno.

El director del programa escuchó esas palabras y se quedó pálido en cuestión de segundos. Sudaba. De repente bajó la cabeza y se le cayeron las gafas al suelo. Sabía que algo no iba a ir bien.

Eugenio miró entonces a la cámara con el piloto rojo y dijo:

- Pequeños hijos de la gran puta. ¿Sabéis qué? Creo que ya estáis en el jodido infierno donde os purgaréis hasta morir una y cien veces más.

Sacó una pistola, apuntó a su sien y se descerrajó un tiro. Cayó al suelo a plomo. 17 segundos después cortaron la emisión. 

Soy el único cinturón que usaba Eugenio. Todo esto que os acabo de relatar lo viví de cerca. Cuando lo llevaron a la morgue y le desnudaron a mi me metieron en una caja con el resto de su ropa y algunos objetos más. Desde entonces vivo en su trastero. Han pasado tres meses y sigue en venta.

Yo sé lo que le pasó a este chico, antes os lo he avanzado ya. ¿Hace falta que os lo repita? Venga va, tengo buen día y no me importa hablar de ello, al fin y al cabo tengo todo el tiempo del mundo metido aquí. 

Era un tío solitario, pero él no eligió serlo. La soledad, o la amas porque la eliges y no quieres dejarla escapar; o todo lo contrario, te la comes cada día aunque no la quieras. Eugenio tenia una imagen, jovial y dinámica, televisiva y superficial, pero su interior caminaba por otro camino. 

Si ya lo dijo Mark Twain: "La peor soledad es encontrarse incómodo con uno mismo”.