miércoles, 25 de febrero de 2015

Paz

Silencio. Es todo cuanto tengo cada día. Tranquilidad, reposo, sosiego. Una inanimada relación con la realidad más pacífica y serena  es lo que poseo. Y así será durante mucho tiempo.

La biblioteca no es precisamente un lugar de ajetreo y diversión pero tiene su encanto. Y se lo digo yo que llevo ya unos cuantos años ocupando día tras día la misma estantería ofreciendo conocimiento a todo aquel que se decide por mí. Estos lugares tienen algo especial. La Biblioteca deAlejandría albergó en su día casi un millón de manuscritos convirtiéndose en la mayor de su época. Sobrevivió a un incendio tras el asedio de Julio César aPompeyo, y a posteriores saqueos de cristianos y musulmanes, hasta que en algún momento de la historia sucumbió finalmente. Sin duda, ésta biblioteca es mi favorita.

Yo pertenezco a una más bien pequeña, modesta, pero a mí no me importa. La mañana aquí comienza con un ir y venir de personas que se acercan a este enclave con diferentes motivos. Unos vienen con interés científico, otros son estudiantes de Universidad y los hay que se desplazan aquí solo por aburrimiento, estos son los menos.

Las épocas de exámenes son las que más nos entretienen. A mí personalmente me rejuvenecen  esas semanas. Con todos los años que llevo encima me viene bien ver esa juventud. Lo que me duele es que vienen por obligación y no por placer. El conocimiento debería de ser un disfrute y una pasión y no un mero trámite dos veces al año.

Me siento acompañado, rodeado de cientos como yo. Por la noche, conversamos animadamente unos con otros salpicándonos de conocimiento instruyéndonos de diferentes materias unos a otros, es enriquecedor. Eso sí, el día es sagrado, debemos callar y servir. Observamos cómo los humanos nos estudian y hacen anotaciones en sus blocs de notas, aunque muchos ya vienen con esos objetos llamados tablet.

Es una verdadera pena cómo evolucionan los tiempos. Cada día hay menos visitantes en la biblioteca y la culpa de todo la tiene la dichosa tecnología. Temo tener fecha de caducidad, aunque procuro no pensar en eso. De momento, vivo feliz en este sitio.