viernes, 6 de enero de 2023

Desde lo alto del montículo

Cada mañana Markel y yo, una vieja mochila, venimos a un pequeño montículo en el lado derecho de un camino a las afueras de la aldea de Merak, al este de Bután, en el Himalaya oriental, Asia. Estamos a más de 8.000 kilómetros de casa, sin embargo la sensación es gratamente apacible y el ambiente mágicamente acogedor.

Son las 8.30 de la mañana. La brisa baña el manto de amapola azul de estos prados. Una flauta lingm suena de fondo desde la aldea acompañándonos en estas meditaciones matutinas. Los pájaros van y vienen dejándonos sus sinfonías alegres de manera intermitente.

Markel tiene los ojos cerrados. Sentado en postura de Medio Loto o Padmasana. Permanece en silencio. Respira profundamente. Inamovible más allá del leve movimiento de su pecho. Trata de concentrar su momento en la respiración, pero inevitablemente los pensamientos deambulan por su mente, van y vienen. No los rechaza tampoco.

Reflexiona sobre los mal hijo que ha sido, sobre sus inseguridades, sus tristezas taciturnas y sus promesas incumplidas. Piensa también en algunas acciones vergonzosas pero las cuales no borraría porque son las que le han conformado como persona al fin y al cabo. Recuerda envidias pasadas, jarrones hechos a medias y sueños demasiado cumplidos.

Han pasado más de dos semanas del aterrizaje en el que es uno de los aeropuertos más peligrosos del mundo, se dice que tan solo 8 pilotos en todo el planeta pueden llegar hasta aquí. Antes de salir del avión, Markel estuvo escuchando "Hold me closer" de Cornelia Jakobs, la canción que le recordaba a Catalina y que tanto le desconcertó la primera vez que la oyó. 

Realmente se podría decir que nos hemos mezclado bastante bien con los lugareños tratando de aprender humildemente su vida aquí y cada vez pronunciando mejor un no demasiado complicado kuzu zangpo la (hola). Markel pasa los días disfrutando de las pequeñas cosas: bebiendo te o chang, mirando a la montaña, tratando de comunicar con estas personas (esto es muy gracioso porque el chico es bastante tímido de por sí), disfrutando de cada bocado de la comida local o paseando en silencio por caminos inertes y vivos al tiempo. Y sobre todo, recordando momentos bonitos. 

Y es que en Bután el PIB, Producto Nacional Bruto, resulta algo aburrido; aquí cuentan con un indicador mucho más revelador: el llamado FNB, o Felicidad Nacional Bruta, un registro que mide la felicidad de los butaneses, más allá de su situación económica. Está basado en el uso del tiempo, el bienestar psicológico, la educación, la cultura, la resiliencia ecológica, la salud, el nivel de vida, el gobierno y la vitalidad de la comunidad.

A mí me gustaría ver un leopardo de las nieves, preciosos animales que pueden vivir incluso a más de 6.000 metros. En este país solo quedan de 100 a 200 ejemplares. Mi compañero de aventuras parece bastante poco preocupado por ello pero a mi me haría ilusión. Su retiro aquí ha sido algo introspectivo, supongo.

Por cierto, creo que se habrán preguntado cómo demonios sé lo que piensa o siente Markel. Seguro que habrán oído historias de otros objetos pero nunca tan reveladoras. Les podré decir que mantenemos una telepatía especial, y es que han sido muchos momentos juntos. Y si le conozco tan bien es porque han sido momentos de calidad, unos grandes y otros pequeños, pero siempre de calidad.

Bueno amigos y amigas, estaremos por aquí en torno a unas 2 horas y luego volveremos a la aldea a seguir disfrutando de su gente. Hay algo que no les he dicho y es que este es nuestro último viaje. Markel ha decidido pasar el resto de sus días aquí, y yo estoy contento y feliz de esa decisión.

Una última cosa si me permiten, por favor, disfruten de los detalles, los momentos fugaces, las pequeñas cosas. Al fin y al cabo supongo que las grandes cosas están hechas de pequeñas cosas.



No hay comentarios: