miércoles, 16 de septiembre de 2015

El paisaje más valorado

Se podría decir que miro, observo, visualizo, contemplo. No tengo ojos de milagro, pero como si los tuviera. Tengo la capacidad de poder mirar más allá de una vivienda y de servir de enlace entre el mundo exterior y el de dentro. De alguna manera, soy el guardián y protector de la casa, aquel que todo lo ve venir, el que vigila y salvaguarda a sus habitantes.

Se podría decir que las ventanas actuales descendemos de las antiguas vidrieras creadas en los primeros años del Imperio romano, descendientes a su vez de las primeras composiciones de vidrio desarrolladas por los fenicios. Ha pasado mucho tiempo desde entonces y hemos evolucionado todo lo rápido que el arte ha permitido.

Mi función es importante. Debo dejar pasar la luz del exterior para que estos humanos no vivan en la más completa oscuridad o deban tener la luz encendida constantemente. Y al mismo tiempo debo protegerles de las inclemencias del tiempo: viento, lluvia... etc. En ocasiones somos un elemento decorativo, pero esto ya es para los más sibaritas.

Las ventanas contamos con varios "compañeros de viaje", como son las cortinas  o las persianas. De la felicidad de todas las partes depende la buena convivencia del día a día y el buen clima. Yo concretamente no puedo quejarme y diría que mis camaradas son afables y correctos, no es que sean la alegría de la huerta precisamente, pero miren, casi hasta mejor.

Mi paisaje es precioso. Disfuto en cada amanecer de un amplio campo verde con su hayedo amigo al fondo y varios castaños mirando hacia el oeste. Pastan las vacas tudancas y frisonas y corre libre el border collie cada mañana, rey de la pradera por antonomasia. Esto es un auténtico regalo para la vista. ¿Cómo puedo ser infeliz de esta manera? Tan solo sufro, y poco, con alguna ocasional granizada, tormenta fugaz y efímera sin trascendencia alguna.

Esta paz no es comparable a nada. Me podrán hablar de mil cosas, pero esto es increíble. No sé cómo explicar la sensación de armonía, quietud y sosiego que corre por mis vidriosas venas en cada momento, es algo indescriptible, inenarrable. Y que dure muchos años.

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