
Un radiador de calefacción cualquiera en una casa cualquiera con una vida cualquiera y con unos sentimientos diferentes a los de cualquiera es lo que soy. Caliente como esos 40º o esos 25º soñando llegar a los 30º. Tan frío como el verano en África, la rabia incontenida y las malas palabras de un racista.
Ardiente soy como una cocina de gas resistiéndose a las nuevas vitrocerámicas, ardiente como la plancha, un té recién servido, hoguera en su momento más potente. Soy ardiente como aceite hirviendo, ardiente como un humano quemándose a lo bonzo luchando por su derechos.
Sofocante como el que no sabe nadar y es arrojado al mar, sofocante como el desierto y caluroso como Egipto. Sofocante como ser torturado sin salida, como llegar a la meta y tener que volver al principio. Cálido, caliente, ardiente, sofocante soy. Vivo en la odisea de una llama viva y en la muerte de aquella que nos dejó sin saber muy bien si volverá. Sueño con un calor constante y otro que viene detrás pensando en aquel que va por delante.
He vivido con furia, rabia y desazón, pero debo morir en algún momento con la tranquilidad de haber sido algo generoso, ya que mi función es ceder calor a los humanos. Quizás alguno sepa valorarlo.
Cálido, caliente, ardiente y sofocante dénjenme hablar, decidiremos otro día cómo dejar de hacerlo.
Cálído, caliente, ardiente y sofocante dénjenme pensar, decidiremos otro día como dejar de hacerlo.
Cálído, caliente, ardiente y sofocante dénjenme sentir, decidiremos otro día como dejar de hacerlo.
Cálído, caliente, ardiente y sofocante dénjenme vivir, decidiremos otro día como dejar de hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario