sábado, 9 de enero de 2016

Que no se quejen, que no se quejen...

A mí que no me cuenten películas otros objetos de su aburrimiento, desolación, miedo o soledad. Venga, por favor, ¿cuántos de ellos mueren ardiendo como yo? Escucharles es indignante. cuanto menos. Como diría mi madre, que en paz descanse, se quejan de vicio. Nadie tiene una vida más miserable y muerte más abominable que yo, así que cierren la bocaza.

Tampoco voy a darle muchas vueltas y ya os digo que soy una cerilla. Sí, una puta cerilla. Podría haber sido mil cosas pero me tocó ser una cerilla. No solo mi existencia es repugnante y destestable, sino que mi función principal es encender cigarillos a los humanos, es que no tengo ni una función respetable y sana, siquiera.

Vale, enciendo cocinas de gas también, pero incluso hoy día se usan encendedores. Bendito desarrollo de la civilización humana que nos relega a algunos al atraso más vil y rastrero. Y no hablemos del mechero, estúpido y petulante invento.

Así que aquí me encuentro, metido en una caja con siete hermanas. Todas vamos saliendo poco a poco, destino único y fatal. Paso los días pensando en la vida que tengo. Diréis que menudo tono tengo, pero es que además de tener mal día, ¿se os ocurre alguno mejor? Aquí tendríais que estar vosotros...

También me llaman fósforo. Voy a contaros una pequeña historia. En el siglo XVII el alquimista alemán Henning Brandt, buscaba el sueño de la alquimia, la piedra filosofal, la posibilidad de transmutar metales menores en preciado oro.

En esta empresa recogió una gran cantidad de orina (50 cubos) y la dejó reposar durante un par de semanas para posteriormente calentarla, evaporando todo el agua, quedándose con el residuo sólido seco. Después mezcló el polvo de este sólido con arena, calentó en un horno el compuesto combinado y recogió el vapor generado en un recipiente. Cuando el vapor se enfrió Brandt halló un material sólido que ardía con una llama muy llamativa y brillaba en la oscuridad. Así se creó el fósforo. Y sepan, por cierto, que el semen por sí solo contiene fósforo, no voy a hacer bromas porque no estoy de humor.

Al menos, mi origen tiene cierta gracia, porque almacenar 50 cubos de orina para ponerse luego a mezclarla con arena tiene cojones.

No sé ni por qué les cuento estas cosas, pero realmente al menos me distrae porque la conversación en esta cajita es bastante superficial y banal, supongo que nadie tiene muchas ganas de hablar. Yo no demasiadas pero el que no se entretiene es porque no quiere.

Para terminar, me quedo con una frase del humorista español José Luis Coll: "Tremendo contraste entre el crepitar del fuego en su comienzo y la paz de la ceniza". Qué rara paradoja...

Amigos, ha sido un placer, la próxima vez que uséis una cerilla agradeced vuestra existencia, hacedme solo ese favor.

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