domingo, 17 de enero de 2016

La potencia de un golpe y su espíritu ganador

El combate acaba de finalizar y el chico está exhausto, agotado, aunque debo decir que para ser su primera pelea le he visto muy bien en lo que a resistencia se refiere. No os desvelaré el resultado de la confrontación por ahora.

Han sido seis meses y medio de duro entrenamiento. El Sanda implica una entrega absoluta y conlleva el trabajo de varias capacidades: fuerza, potencia, agilidad y resistencia, entre otras. Para poneros en situación debo deciros que esta disciplina es una especie de kickboxing que añade proyecciones. Espero que los más duchos en la materia me permitan lanzar tal definición, vaga y poco precisa, pero debo acercar el concepto a todo esos que no tienen absolutamente ninguna noción.

El origen del Sanda se remonta a la China de la Dinastía Tang (618-907), recordada como una época con grandes batallas y conquistas. Fue entonces necesario un método de selección de los mejores guerreros, quienes peleaban sobre una plataforma elevada a tres metros de altura denominada Lei Tai. Ha corrido mucha tinta en lo que a esta modalidad se refiere, pero creo que no conviene aquí detenernos en ello.

Por cierto, no os he dicho, pero soy los guantes de boxeo con los que ha peleado este chaval. Si él está dolorido, imaginaos cómo me siento yo...

El combate comenzó bien, "enchufamos"un par de directos a la cara del oponente seguidos de una patada circular que le hizo tambalearse como un flan. Una subida de adrenalina fue lo que sentimos en ese momento, tanto mi dueño como yo. Parecía que todo iba a ser fácil pero, amigos, en esto del combate deportivo nunca hay que dar nada por hecho, ya que en cualquier momento un golpe puede hacer que des un besito al suelo y no consigas levantarte.

Como os digo, nuestro oponente se repuso rápidamente y consiguió ponernos en aprietos varias veces, pero con la habilidad del chaval y mi saña para golpear fuimos haciéndole retroceder hasta que le sacabamos del Lei Tai. Todo iba bien, más todo podría mejor. Los agarres nos desestabilizaron varias veces haciendo que nuestro enemigo anotara unos puntos de los que luego nos acordaríamos. Finalizó así el primer round, no había ido mal del todo.

El segundo fue horroroso. Encajamos una lluvia de golpes. Fueron dos ganchos los que recibió mi dueño nada más comenzar. La impotencia llenaba mi ser y supongo que el suyo. La buena línea de trabajo mantenida anteriormente se desvaneció. Podía sentir el sudor inundando todo mi ser. Por la frente de mi amigo corría otro tanto provocando además un salado picazón en sus ojos. Las cosas no iban bien.

Con un round para cada contrincante dio comienzo el tercer y definitivo round. El chico y yo compartíamos el cansancio pero había que golpear, esquivar, atrapar, patear; había que continuar adelante... Habían sido seis meses y medio de entrega y sufrimiento y había que regalar un triunfo a nuestro orgullo.

La verdad es que ambos recordaremos el momento final como uno de los más apasionantes de nuestra vida. ¿Recordáis la adrenalina que os comentaba al principio? Pues corrió por nuestro ser aquí, rauda, veloz, como un torrente que fluye violento y agitado sin mirar atrás.

Os contaré lo que ocurrió. Nuestro oponente esquivó un cross que lanzamos con toda nuestra rabia inclinándose hacía atrás, respondiendo acto seguido con un fuerte crochet. Hábilmente, mi dueño se agachó burlando el puño del enemigo, barrió la pierna delantera y propinó un arrollador y brutal crochet en la mandíbula del oponente; éste cayó al suelo y no se levantó ni a la de una, ni a la de dos, ni a la de tres, ni a la de cuatro, ni a la de cinco, ni a la de seis, ni a la de siete, ni a la de ocho, ni a la de nueve. Ni a la de 10. Combate finalizado por KO.

Supongo que podría haber pasado cualquier cosa pero los astros se alinearon para que el combate corriera a nuestro favor finalmente. Es la recompensa de varios meses de sincero trabajo. Pero la cosa no acaba aquí, en media hora tenemos otra pelea, deseadnos suerte.


No hay comentarios: