jueves, 7 de enero de 2016

El objeto que más viaja (por suerte)

Tengo una vida amena y placentera, cuanto menos entretenida. Solo me quejo de los días de sol, podrían no existir.

Soy quizás el compañero más fiel de mi amo, un esbelto y bien resuelto muchacho de 25 años. El chico amante del campo, novio de lejanos viajes exóticos y esposo de tranquilos paseos por la ciudad. Es por esto por lo que digo que no me puedo quejar, al contrario, doy gracias por vivir junto a este chaval.

Todo lo que él ve es gracias a mí, me siento muy útil y práctico. Soy unas gafas de toda la vida, algo que los más ancianos denominan anteojos. Es curioso lo nervioso que se pone cuando, despreocupado y despistado, me deposita en cualquier sitio de la casa y luego clama al cielo para encontrarme. No es que me apasione sentirme tan necesario (si bien a veces me siento necesitado), pero debo decir que me resulta peculiar.

Dicen que nuestro origen se remonta a unos monjes italianos del siglo XIII, aunque realmente eramos lupas (fabricadas a partir del berilio) más que otra cosa. Luego las fábricas de vidrio de Murano, en Venecia, comenzaron a crear un modelo mejorado, y ya 200 años después se comenzaron a producir las gafas con montura parecidas a las que conocemos hoy día.

De todos modos, debo decir que el registro escrito más antiguo del aumento de vista tiene su origen en el siglo I d. C., cuando Séneca, tutor del emperador Nerón de Roma, escribió: "Letras, sin embargo pequeñas y borrosas, son vistas más amplia y claramente a través de un globo o vaso lleno de agua". El propio Nerón aseguró haber visto los juegos de gladiadores usando una esmeralda como lente correctora.

Y es que esto de las invenciones es complicado de definir, todo lo que parece ser el comienzo y el origen siempre tiene un antes, por mucho que nos empeñemos en poner un nombre al inventor.

Dejemos la historia para otro día. Cuando les decía que estoy agradecido de pasar el día a día con este chico es porque he visto mucho mundo: desde los coloridos campos de tulipanes de las villas cercanas al sudeste de Ámsterdam hasta el Bosque de Bambú de Kyoto, pasando por las pirámides de Egipto o la Alhambra de Granada.

Sin embargo, y a pesar de la majestuosidad de dichos lugares, disfruto mucho en el pueblo de este joven, con sus simples y verdes campos; y también con los paseos por el centro de la ciudad. Todo tiene su encanto, a veces no hace falta irse muy lejos para "vivir" y ver mundo.

He estado reflexionando mucho acerca del futuro. Nuestra relación es muy cercana, él no lo sabe, pero yo le tengo aprecio. Solo espero, confío y deseo que no me cambie por otro modelo nuevo.

Siento que somos un mismo ser de alguna manera. Tengan en cuenta que todo lo que él ve lo veo yo, por lo tanto, las experiencias que guardamos son las mismas, aunque las sintamos de diferente manera, claro.

No quiero que nos separemos, quiero seguir viajando, viviendo, sintiendo junto a él. Me da vergüenza decírselo y al decir verdad tampoco me es posible. Que sea un secreto entre ustedes y yo y que el tiempo decida como buen sabio que es, ¿de acuerdo?


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