domingo, 19 de febrero de 2023

Estamos a punto de quemarnos

Corre el año 1432 y nos encontramos en un pequeña aldea situada en Europa Central. En este momento nos rodean 257 personas ávidas de ver morir a esta chica a causa de la que quizás sea la peor de todas las muertes: la quema en la hoguera. 

Ha atardecido hace poco tiempo y llevamos ya cerca de 2 horas atadas a un poste de madera en la plaza central de esta villa. En todo este tiempo nos han estado tirando fruta podrida, heces y orines. Los insultos, a la que consideran una bruja, han sido constantes. Un niño meó en los pies de las chica hace un rato. Después, unas cinco personas han depositado varios leños y ramas secas a los pies de la joven alrededor del poste donde estamos atadas. Y dos de estas personas se han encargado también de impregnar de brea toda la zona.

Nada va a librar a esta moza de morir en el día de hoy. Yo, una cuerda que sujeta sus manos a un gran tronco de madera, estoy lista para arder también. Como lo hizo Juana de Arco tan solo un año antes.

¿Por qué todo esto? 

Incesto con su propio hermano. Falso: tan solo mantenían una relación muy cercana. Adoradora del Diablo.

Brebajes demoniacos encontrados en su casa. Falso: tan solo un tímido y aficionado acercamiento a la herbología para encontrar alguna fórmula que alejase la enfermedad de su madre de la muerte. Adoradora del Diablo.

Un símbolo del Demonio marcado en la puerta de casa. Falso: su niño de 4 años marcó inocentemente la entrada de la morada jugando con una piedra. Adoradora del Diablo.

Quizás tan solo una de estas tres cosas hubieran sido suficientes para enviarla a la hoguera. Sin embargo, los astros se alinearon para confirmar una triada difícil de descomponer. Demasiado complicado para explicar. No tuvo tiempo. No tuvo oportunidad. No tuvo perdón.

Ellos piensan que... No es una hechicera, es una bruja, el mal habita en ella y es necesario quemarla en la hoguera para purificar aquellas humildes tierras. Hay que expulsar a Satanás de la aldea.

La joven en la tarde de ayer fue desnudada y afeitada al completo (los lugareños comentaban que Lucifer se escondía entre sus cabellos), fue pinchada con agujas largas por todo su cuerpo (incluida su vagina) en busca de una marca del Diablo, fue violada para "investigar" su virginidad y fue apaleada hasta quebrársele algunos huesos.

Pero volvamos al momento presente. La manceba espera ahora su muerte. Dos mujeres de edad avanzada acaban de prender de fuego a unas antorchas y se dirigen a quemar los troncos impregnados de brea a los pies de la chica. Lo hacen a los ojos de todos los lugareños. Y se alejan.

La chica comienza a sentir cómo sube el asfixiante calor de abajo a arriba lentamente. Cada vez se hace más insoportable. En ese momento piensa en su hijo. Y piensa que esto le podría haber pasado a cualquier otra, pero que le tocó a ella. Quizás tuvo poco cuidado. Desea ante todo que esto pase rápido. Su piel se empieza a deshacer con el fuego. Grita. Quiere que todo pase rápidamente. Tras un rato de agonía, no es el ardor, no, es el monóxido de carbono el que la ahoga y la envía a descansar a otro mundo. Para siempre.

Siglos después de este triste acontecimiento, los historiadores contarán que en la Europa medieval un total de 40.000 personas fueron condenadas a muerte por brujería. El 80% fueron mujeres. La mayoría de los juicios previos tuvieron lugar en Alemania Occidental, Francia, Suiza y Escocia. Una de tantas locuras promovidas por las religiones. Una de tantísimas.

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