jueves, 21 de junio de 2018

¡Qué duro es viajar!

Aquí les habla una maleta de viaje corriente, de tamaño grande y color rojo caramelo. Con pocas pretensiones y amante de aquello que la vida regala en su nada agradecido día a día. Eso sí, no disfruto los viajes como debería, les explicaré por qué.

Nosotras las maletas somos utilizadas para transportar cosas y ya está. En el punto de origen me cargan de ropa, enseres de aseo personal, zapatos y similares y algún que otro libro en algunos casos. Y sí, mil y un objetos más, pero no tengo mucho tiempo para citarlos a todos. Salimos del domicilio junto a nuestro dueño y nos encaminamos al aeropuerto.

Tras una larga espera en ese soporífero lugar, nos meten en un sitio horroroso dentro del avión a
todas juntas, unas encima de otras. Empujones, insultos, quejas constantes... etc. Por si fuera poco, las más voluminosas tampoco tenemos una zona VIP, no, nos meten ahí con la plebe, una vergüenza.

Cuando llegamos al punto de destino tras varias horas, nos sacan fuera y emprendemos el camino hasta una habitación de hotel.

Y ya está. Ahí se acaba el viaje.

El dueño disfruta de emocionantes cataratas, bosques y castillos traídos de cuentos medievales, monstruosas ciudades dominadas por altos rascacielos, se funde con mil y un olores, interactúa con
personas y se nutre de sus experiencias, visiona simpares vivencias urbanas y fusiona su alma con entornos únicos en el planeta.

¿Pero yo? Yo me pudro en la habitación del hotel. Muchos de los objetos de la casa me tienen envidia siempre que salimos de viaje, pero la verdad es que mi existencia es un "tostón". Yo no soy el que viaja realmente. La envidia la tengo yo a unas gafas que siempre le acompañan. Eso sí que es viajar. Pero a mí me tocó ser una maleta, así que ayudo en el transporte pero poco más.

De aquí a final de año tenemos por delante Estambul, Tokyo y la llamada Calzada del Gigante en Irlanda del Norte. Debo decir que la ciudad nipona es la que más me apetece, aunque de todos modos estamos en las mismas de siempre, no podré disfrutar demasiado de la ciudad más allá de la llegada y la salida.

Y es que en mis condiciones es complicado pasarlo bien porque tengo siempre en la mente dónde voy a estar realmente durante toda la estancia. Si al menos me cargasen un poquito menos...


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