domingo, 3 de enero de 2021

La felicidad de unos pocos días al año

La verdad es que no siempre le sale a uno estar de buen humor y ser bondadoso, pero debo reconocer que siendo Navidad a mí siempre me toca. Hay días en los que me levanto algo apesadumbrado o disgustado, sin saber muy bien por qué, esos días tontos que todos tenemos, supongo. Pero, como decía, me fuerzo mentalmente para poner la mejor de mis sonrisas, al fin y al cabo nadie lo va a hacer por mí.

Ser un gorro navideño no es sencillo del todo por esto que les relato. Y máxime cuando tenemos una gran responsabilidad en el sentido de amenizar y dar un poco de color en estos días. Ustedes los humanos me miran con desprecio y cierta actitud de petulancia, pero ¿saben qué? Háganlo, no me importa. No voy a dejar que me chafen unos pocos días de protagonismo que tengo al año. De mi depende ser feliz, no de ustedes.

Nuestro origen se remonta a la Antigua Roma. En el acto de manumisión los esclavos recibían un gorro similar a mí como símbolo de su libertad y en agradecimiento a los servicios prestados. Posteriormente fue popular en Asia Menor (actual Turquía exactamente) y más tarde los liberales franceses en la Revolución Francesa lo pusieron nuevamente de moda, el llamado gorro frigio. La historia más actual nos trajo de vuelta gracias a Coca Cola y al dibujante Haddon Sundblom como supongo muchos ya habrán oído.

Y deben saber que muchos países como Argentina, Colombia o Bolivia cuentan con nosotros en su bandera nacional. Incluso seguro que les recordamos a la barretina catalana, ¿verdad?

Bueno ya está bien de tanta historia. ¿Les he aburrido? Venga, venga, no se quejen, que es Navidad y no ha sido para tanto además. ¿Ven? Con decir que es Navidad ya está todo arreglado. Es como si desapareciera el dolor, la envidia, el egoísmo y la ambición. Todo muy bonito. Y cuando pasen estos días todos a ser unos cabrones de nuevo. Perdón, que me vengo arriba...

Cambiando de tema. Tener protagonismo tan solo unos pocos días hace que el resto del año me sienta motivado. Y miren que estoy olvidado y guardado en un cajón durante muchos meses aguardando el momento. Pero precisamente por eso, a mediados de diciembre estoy con la misma ilusión que un niño cuando abre los regalos. Por cierto, me encanta ese momento, creo que presenciarlo nos hace a todos ser un poco críos de nuevo.

Y durante casi un mes, me van poniendo aquí y allá por la casa. Disfruto mucho, es algo mágico. Me siento querido, importante. Aunque cierta desdicha llega al acabar el 6 de enero. Pero les puedo asegurar que justo desde ese momento (ni un día más tarde), reseteo mis ganas de vivir y lo hago todo el año con la vista puesta en la próxima Navidad, un poco como se sienten los deportistas tras cada competición. Vista al frente y a por la siguiente.

Esta Navidad ha sido un poco extraña debido al inesperado Coronavirus que aterrizó de alguna manera en las vidas de todos desde los primeros meses del año pasado. Debo reconocer que cuando me sacaron del cajón y escuché y vi todo lo que estaba pasando me quedé de piedra. Claro, los otros objetos de la casa ya sabían lo ocurrido, pero unos pocos como yo hemos estado "ausentes". Es lo que tiene ser un gorro de Navidad.





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