miércoles, 17 de marzo de 2021

Notas musicales con sutileza eterna

"En verdad no tengo en la cabeza una sola idea musical; ya no estoy para nada en mi elemento. Me siento como un asno en un baile de máscaras, o como una cuerda de violín en un bajo de viola... Estoy aturdido, no me siento a gusto...". Son palabras de una carta personal de Chopin a un amigo escrita unos meses antes de fallecer. Virtuoso del piano por antonomasia, sin duda, uno de los grandes compositores del Romanticismo del siglo XIX. 

Puedo decir (no sé muy bien si la palabra apropiada es orgulloso) que estuve con él en sus últimos momentos de vida. Su tacto al presionar mis teclas era asombroso. Me acariciaba amablemente, rozaba mi cuerpo con sutileza y amor, pasión y calidez. Yo por mi parte intenté transmitirle mi gratitud al respecto tratando de sonar de la manera más armoniosa posible.

Se dice del músico polaco que desplegaba una sonoridad extremadamente delicadano impresionaba la fuerza ni el sonido, sino los matices y los contrastes. 

Nos presentaron el 6 de diciembre de 1838 en Mallorca. Chopin pasó todo el invierno junto a mí en la isla. Me dolía fuerte verle enfermo (se desplazó a Baleares por recomendación de su médico tras diagnosticarle Tuberculosis) e hice todo lo posible por aliviar su malestar. Aún con todo, de su estancia en la isla nacieron sus populares Preludios

Nuestro amigo fue una persona insegura en algunos momentos, alejada de las grandes multitudes. En una ocasión reconoció a su amigo Liszt: "No tengo temple para dar conciertos. El público me intimida, me siento asfixiado, paralizado por sus miradas curiosas, mudo ante estas fisonomías desconocidas". Conmigo siempre respiraba tranquilo, seguro, con disfrute...

No tengo ningún rubor al decir que nuestra relación fue muy corta. Lamentablemente las condiciones en la isla española no fueron las más propicias para mejorar su estado de salud, así que me abandonó al terminar el invierno. Las tasas aduaneras eran costosas y mi traslado era complicado en aquel momento, por lo que yo permanecí allí. Y le dije adiós con amor tratando de devolver al menos una pequeña parte del que él me había brindado en ese tiempo.

Siempre le percibí como un tipo afable y sincero. Una de esas personas que no tratan de forzar su personalidad para agradar al resto. O de mostrarse más amable de lo que su simpatía natural permite. Hay muchas personas así, pero él no, Chopin fue una persona verdadera con sus propios principios. Dijo en una ocasión: "Dejad que sea lo que debo ser, nada más que un compositor de piano, porque esto es lo único que sé hacer".

Más tarde yo pasé algunos años con una familia de banqueros, después con un matrimonio aristócrata del norte de la isla. Y ya en el siglo XX tuve cierta fama en algunos conciertos de la mano de un pianista italiano. Sin embargo, desde hace tres décadas permanezco en un viejo desván propiedad de un rico de la zona. No sé muy bien para qué me conserva, aunque a decir verdad por aquí hay bastantes antigüedades y tengo bastante charla, no me voy a quejar.

Debo decirles también que mi fama se la llevó otro piano. Pero bueno, esa es otra historia, quizás en algún otro momento pueda contársela. Por ahora, por favor, disfruten del maestro. Eterno. 


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