
Tengo casi el doble de potencia que la bomba de uranio lanzada en Hiroshima. No alcanzo a calcular el número de personas que voy a matar, porque sí, voy a matar, y en apenas unos minutos miles de japoneses habrán perecido. Y yo soy el encargado de arrasar la ciudad y llevármelos al otro mundo. A bordo van diez humanos: piloto y copiloto, oficial de armas, bombardero, ingeniero de vuelo... etc. Sin embargo, siento que yo soy el único asesino aquí. Estoy temblando, me siento histérico, angustiado, y no puedo hacer nada para cambiar el destino. Esto es horrible...
No alcanzo a comprender lo asquerosamente hijo de puta que es el ser humano. Es muy fácil tomar la decisión de arrasar una ciudad de manera tan miserable desde un cómodo sillón con una buena copa de borboun en la mano.
Se permiten el lujo de llamarme "gordo" además, vale que peso casi cinco toneladas, pero es que no he tenido ninguna posibilidad de ser o no ser, empequeñecer o engrandecer. Simplemente se me creó con un objetivo y ahora poco tiempo queda ya para lamentarme. El tiempo me acorrala, mi vida se agota y la muerte me invita a cenar.
Estoy seguro de que el conflicto no durará mucho más. El emperador Hirohito quedó muy tocado tras la bomba de hace unos días, y con esta nueva acción la guerra va a tocar a su fin, casi con toda seguridad. Los alemanes ya quedaron fuera de juego y ahora es el turno de Japón, que se encuentra entre la espada y la pared.
Amigos, el momento ha llegado, debo dejarles ya, hasta aquí ha llegado mi miserable vida. Que los habitantes de Nagasaki me perdonen, yo nunca quise hacer esto. Allá voy.
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