Es el 19º día que estoy postrado en esta mesa de escritorio. Este chico, de unos 32 años, ha sido mi fiel compañero durante todo este tiempo. La verdad es que he sido todo un quebradero de cabeza para el chaval. Ser un puzle de 1.000 piezas en blanco y negro no es tarea fácil para quien ose armarlo. Aunque si tenemos en cuenta que tengo un primo lejano que es Récord Guinness con 24.000 trocitos dicharacheros sobre la horizontal, lo mío se antoja harto sencillo.

Tendrían que haber visto cómo ha disfrutado este chico conmigo, mi fiel compañero durante más de dos semanas. Me he sentido respetado. Les confesaré que soy un objeto de tercera mano, y las dos experiencias anteriores no se las deseo a nadie.
Este chico ha sabido entenderme, valorarme, mimarme y verme como lo que soy, un entretenimiento sincero. Pocos existen por ahí como yo.
No divago más. Hoy me ha encajado la última pieza y esto ya está hecho. Siento como si ya fuese el final de la historia, el fin, la muerte de una corta vida. Aunque he de decir que, por otro lado, esto es el principio de todo; me siento como un cuadro recién nacido.
Él me ha caído muy bien, espero que sea recíproco. No quiero que me desarme y me meta en la caja de nuevo. Seamos optimistas, no será así. Ya me veo con un marco precioso alrededor en la pared del fondo del salón. Seamos optimistas, esto es lo bueno que tenemos los puzles, que siempre miramos al frente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario