Soy un modesto "ascensor de barrio", aunque nada envidio a esos gigantes de los grandes almacenes. Las historias que yo vivo no las viven esos ricos. Ayer a eso de las 15 horas entró la señora coja del 4ºB y el chico fiestero del 4ªA. Es curioso lo incómodos que estaban. Uno sabiendo la que había liado el día anterior y la otra sabiendo que fue ella quien llamó a la policía. Pero ni una mísera palabra. Mira que es cínico el ser humano, y disculpen, no quiero ofenderles.
La incomodidad que aflora entre dos personas, o más (cuantas más, mejor me lo paso), encerradas en un metro cuadrado es inmensa, descomunal, digamos infinita, y no me paso. Qué gracioso es ese traqueteo de llaves, esa mirada al móvil (el fondo pantalla, para unos segundos cumple su función), ese "miro al techo" o "me miro los zapatos", etc.
El más osado suelta ese típico "menudos días de lluvia llevamos". Odio que hablen del tiempo en mi presencia, lo malo es que no puedo evitarlo, y es algo bastante habitual.
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