sábado, 16 de marzo de 2024

Curiosidad que vence al miedo

Sergio está ya en su cama como cada noche, son las 20.35 horas. Las luces apagadas. Hace algo de frío, no demasiado. Fuera llueve. Oye levemente el ruido de la tele del salón. Se pone boca arriba. Se da la vuelta en dirección a la pared, entonces la parte de abajo del pantalón del pijama se le sube casi hasta la rodilla. Esto lo odia. Suspira. Se agacha como puede entre las sábanas. Consigue bajar el pantalón hasta el tobillo. Intenta dormir.

Comienza la música, como cada noche. Es una bonita, pero también inquietante melodía; parece como de una cajita de música de esas antiguas que tienen las abuelas. El sonido viene de arriba, del desván. Sergio se estremece. Sube las sábanas hasta la barbilla. Siente escalofríos. Quiere gritar y llamar a su mamá. No sale ni un hilillo de voz. Nada. Nunca tiene fuerzas. Esta noche tampoco.

Pero Sergio tiene curiosidad. Mucha. Y en ese momento la curiosidad empieza a pelear con el miedo. Se insultan e incluso llegan a las manos. El miedo agarra a la curiosidad por el cuello, la tira al suelo y la golpea duramente. Una patada. Otra. Y otra más. La curiosidad está agotada de tanto golpe y está a punto de rendirse, pero piensa que tiene que hacerse valer, por él, por Sergio. Y lo hace. Se levanta del suelo y propina un fuerte puñetazo al miedo, tanto que éste llora y se va corriendo. Con miedo, y mucho, eso sí. Y es que ese cambio de guión no se lo esperaba...

Sergio se levanta de la cama, corre hacia el interruptor y enciende la luz de la habitación. Decide salir del habitáculo, atravesar el pasillo y subir las escaleras de enfrente hasta el desván. Directo. Y sin miedo. Bueno, con algo de miedo sí, pero necesita saber lo que ocurre ahí arriba.

Avanza angustiosamente de manera lenta por el pasillo sin hacer ruido, no quiere que su madre y su padre le descubran. Esto quiere hacerlo solo. Debe hacerlo solo. Rubén, el malote del colegio, siempre se ríe de él y le llama "miedica" enfrente de todos, se burla siempre de él. Un día le metió una araña de juguete en la mochila sin que se diera cuenta y luego le pidió un rotulador. Sergio, sentado en su pupitre, metió la mano y sacó la araña. No se lo esperaba, como aquel miedo que huye tras recibir el golpe de una curiosidad.

Consigue llegar arriba de las escaleras asombrado por lo que está consiguiendo. Está dejando atrás al miedo. Se acerca a la puerta. Sus dedos quieren llegar al pomo. El corazón le late fuerte. Muy fuerte. Se para justo a un palmo de la puerta y respira. Entra.

La música sigue sonando. Sergio está congelado, no puede moverse. En ese momento nota que sus piernas empiezan a estar húmedas, siente un líquido inesperado que empapa de manera inmisericorde el pantalón de su pijama y que fluye hasta los tobillos, pronto los pies comienzan a estar mojados también.

Sergio entonces puede ver lo que hay al fondo de la estancia. Efectivamente es una cajita de música de esas antiguas. Pero está flotando en el aire, cerca de una mesa y de unos viejos cuadros polvorientos. Se frota los ojos. No puede creer lo que está viendo. ¿Estará soñando? Entonces hace algo que ha oído en alguna ocasión, se pellizca el brazo, como si eso le fuera a hacer despertar de un sueño. Pero no, sigue ahí. Despierto. 

Y la cajita se mueve levemente sola en el aire. Sergio camina hacia adelante. No sabe cómo ni por qué lo hace pero comienza a andar hacia el otro lado del desván, donde se encuentra la cajta. Un paso. Dos. Tres. Se para. Mira... Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Suda... Se estremece más y más... Pero sigue. Ocho. Nueve. Diez. Once. Se para. Está a solo dos pasos... Da un paso más, Doce. Se para.

De pronto un escalofrío le recorre la espalda. La cajita se posa lentamente en la mesa. La música frena, se detiene. En ese momento, como por arte de magia, se enciende una vieja lámpara a escasos metros de allí. La bombilla tiembla. Y comienza a lucir de manera intermitente. 

Sergio siempre fue un niño algo raro. ¿Qué chaval de 7 años se aprende el código Morse? Pues uno como él. La bombilla trata de decirle algo. Consigue identificar el siguiente mensaje:

"Venciste al miedo".

De repente la bombilla se apaga completamente. En ese momento Sergio baja las escaleras rápidamente camino a su habitación y se mete en la cama. Pero no puede dormir fácilmente. En su cabeza se repite una frase: "Venciste al miedo". Sergio sonríe. Cierra los ojos. Duerme. Desde este momento, será un poco más feliz en su vida.

Al mismo tiempo, en el desván, una cajita de música antigua (mágica, porque todo lo ve, incluso con la capacidad de traspasar paredes) piensa que vivir con un fantasma ahí arriba no es algo tan malo, sobre todo si es tan amable y bondadoso como el que habita con ella. El resto de objetos son algo aburridillos, pero el fantasma es simpático. Y siempre les enseña a todos que la curiosidad es aquella que mata al miedo.

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